EN ESCENA: «En el Aire: una Historia Inolvidable» (Complejo La Plaza). Por MAXIMILIANO CURCIO

DESNUDAR LA ESENCIA

En formato unipersonal -¡aunque no está solo sobre el escenario!-, Facundo Arana regresa a la ciudad de Buenos Aires con una de las obras teatrales más maravillosas que podemos llegar a encontrar en nuestra cartelera. Lo hace presentándose los días jueves, en la bella Sala Picasso del Complejo La Plaza, ubicado en Calle Corrientes. Dirigida por Manuel González Gil, la muy recomendable “En el Aire: una Historia Inolvidable” es una sensible y profunda pieza que data de once años de existencia, y renueva, temporada a temporada, su perenne encanto.

Con libro del propio González Gil en compañía de Sebastián Irigo, nos trae la aventura trashumante de un locutor radial que, por amor a su vocación, recorre diferentes localidades a lo largo y ancho del país, en busca de aquellas pequeñas grandes historias que merecen ser contadas. Así es como acude a un pueblo ubicado a 200 kms. de Buenos Aires, para relatarnos, desde el mismísimo lugar de los hechos, los pormenores de una realidad que no nos dejará indiferentes. Las coordenadas geográficas nos ubican en Las Rocas, en donde, como todo pueblo, podemos encontrar las edificaciones más características que llamarán nuestra atención de inmediato. Luego de visitar su plaza, el espacio que nos convoca es el afamado teatro, orgullo de sus ciudadanos, y por cuyas tablas desfilaron artistas de la talla de Carlos Gardel, Osvaldo Pugliese, Julio Sosa, China Zorrilla, Lydia Lamaison y Gogó Andreu. Pasaporte a un auténtico viaje en el tiempo, un glorioso libro resguarda su profuso legado…

Apenas iniciada la obra, se rompe por completo cualquier noción posible de cuarta pared. El público se convierte en parte de los habitantes del pueblo, personajes comunes a todos quienes ocupamos las butacas, y hemos sido convocados, un día de semana, a la trasnochada franja horaria que como oyentes nos induce a no apartar nuestra atención, desde las cero horas a las cuatro de la madrugada. No tardaremos en descubrir la razón por la cual nos encontramos allí: el truco de magia se produce delante de nuestros ojos, al tiempo que la música de Martín Bianchedi nos envuelve en una sugerente atmósfera. Un infrecuente y conmovedor cruce entre teatro y radio, impostergable convite a apagar todo estímulo externo y conectarnos con la emoción del momento, está a punto de dar comienzo. Porque el teatro, en palabras de Peter Brook, aquello que se crea entre una palabra y otra, en el espacio de la escena, ha logrado seducirnos, una vez más.

Luego de una tanda publicitaria, el cartel de furioso rojo de ‘en el aire’ se enciende, y ‘El Pulpo’ (Yan Eiras) desde los controles hace maravillas. En el dial, las noticias mandan: trágico boletín de un presente sin rumbo que resuena en nuestros oídos. En cualquier parte del mapa el panorama es devastador, en inevitable eco con los tiempos aciagos que nos enlutan. Un solo de saxo es instrumento artístico infalible contra todos los males de este mundo, y el monólogo que comienza a ensayar Marcos, un llamado a la solidaridad entre seres humanos, apela a lo innato que nos define. Casi sin solución de continuidad, la vida, la muerte y el arte se entrelazan. De lo primero y lo segundo tenemos certeza…de lo tercero, algo más que interferencia. Y nos preguntamos: ¿de qué sirve el arte en un mundo que ha perdido sentido? ¿Dónde quedó la pureza de ese ayer cuando hoy pagamos para ver aquello que tiene valor de venta? Pero, a no confundirse, un artista no es economía de mercado ni el complaciente comercializar de las pulsiones.

Facundo locuta, toca el saxo, canta e interactúa con el público, cuya permanente participación posibilita el acto de alquimia del que somos testigos. Haciendo gala de su fenomenal histrionismo, Arana transmuta en diversos personajes, para encarnar la voz que relata aquellas historias que todos conocemos, pero queremos volver a escuchar. Y repetimos en el tiempo, prolongando la magia. Porque esa magia tiene la radio. El gran intérprete de cine, teatro y TV es Marcos, un hombre solitario sorteando dilemas íntimos a nivel familiar; alguien que sabe encontrar las palabras justas para acompañar a cada oyente, religiosamente cada noche. Sin embargo, es también aquel que no ha podido cumplir con todos sus deberes de padre, y quien está aprendiendo a escuchar, a fuerza de repetir, una y otra vez, que todas las ex dicen siempre lo mismo.

El alma sonríe gracias a la sensibilidad inherente en una obra que nos toca el espíritu y captura nuestra total atención. Vivimos una noche única, que no será una más: por alguna extraña razón y en el misterio que en ella reside, las historias de radio se fusionarán con la línea de vida personal que, ante nuestra atenta y cómplice escucha, una voz en el éter devela. Magnífico ejemplar de teatro dentro del teatro, “En el Aire” nos sube a un carrusel de emociones a lo largo de sus casi dos horas de duración. De lo intimista e introspectivo a lo enérgico y visceral, imaginación e inspiración potenciándose, es a la vez preciada caja de música e impostergable llamado al fogón colectivo. En boca de Marcos conocemos detalles e instancias del trágico incendio de la década del ’30, que posibilitó a héroes inesperados, como el bombero Roberto Baigorrea. Creer o reventar, no hay teatro sin historias de fantasmas, esas energías protectoras. Más visitas ilustres: parece ser ayer nomás, cuando en la sala, nos parecía vislumbrar al mismísimo Hipólito Yrigoyen y su enorme galera.

De vuelta en el presente, el panorama se presenta convulso. Al borde de la clausura, la permanencia del teatro es amenazada por un inminente acto de demolición, bajo los intereses económicos de un proyecto que augura construir sobre sus cimientos una playa de estacionamiento. Porque lo primero es lo primero, cubrir las necesidades básicas de todo destino turístico. Acto seguido, sobre las tablas de un escenario se define el propósito de la unión, dispuesta a hacer frente a los poderosos y sus oídos sordos de siempre, incapaces de decodificar una canción de amor que apasionadamente Marcos cantará con exclusiva dedicatoria. Porque los milagros esta noche existen. Porque tanto más vale el sueño del abuelo Hans de ver bailar a su amada Hanna Muller, quien otorga nombre al teatro venerado por artistas de tantas y tantas generaciones. Quienes lo bautizaron, castellanizando su pronunciación. No, es Ana Muler.

“En el Aire”, interpretada por un monumental Facundo Arana, es una obra que nos mira directo a los ojos y nos toma de la mano, virtud de uno de los actores más talentosos y versátiles de nuestra escena, capaz de brindar una entrega física y emocional absolutamente notable. Facundo, en un tour de forcé glorioso, se entrega al ciento por ciento de un rol en extremo demandante. Porque sabe que no da lo mismo irse bien que irse mal, y a una labor de notable intensidad coloca sus cinco sentidos. Porque, el acto tribal que nos reúne, es, además, un oasis en tiempos de necesaria empatía y luminosidad. Es ese soplo de aire fresco que renovará el deseo de enfrentar toda negatividad que el día de mañana depare.

La radio, con el teatro como soporte, se convierte en el medio de un mensaje, habitante de un mundo en donde las formas de comunicación humana evolucionan y mutan a altísima velocidad. La radio sobrevive, los escenarios también, y en ellos los artistas capaces de narrar nuestra condición. Superlativo ensayo teatral sobre la esencia humana, puede comprenderse a “En el Aire”, también, como un sincero homenaje a todos aquellos que sueñan, atrincherados en lo profundo de sus utopías. A todos quienes luchan, sin perder las esperanzas. A quienes dan pasos pequeños, pero decisivos, para ganar la propia batalla de uno. Como ese alpinista que no mira hacia atrás, como ese actor que se deja todo sobre el escenario, a fin de robarnos lágrimas y sonrisas. Porque son historias como estas, una auténtica caricia al alma, las que avivan las ilusiones de hacer del mundo un lugar mejor. Pequeñas grandes historias que conforman lo que somos: rasgos de identidad que se nos meten debajo de la piel.

ACERCA DEL AUTOR

Maximiliano Curcio nació en La Plata, en 1983. Es periodista cultural, escritor, docente, columnista radial y productor de contenidos. Es director de la Revista Cultural Siete Artes, y desde el año 2004 ha colaborado con numerosos medios digitales y publicado más de treinta libros.

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