Reseñas de Lápiz y Papel – Análisis de la novela “Nadja”, de André Breton

por JESICA SABRINA CANTO

El texto empieza preguntándose “¿Quién soy yo?” y avanza mediante reflexiones. Menciona y opina sobre obras culturales (literarias y pinturas). Dice que va a contar hechos de su vida que ocurrieron por obra del destino, “hablarle de todo ello sin ordenarlo previamente y según los caprichos de cada momento que deja emerger lo que emerge”. Y finaliza con la frase “la belleza será convulsiva o no será”.

“Nadja” (primera publicación 1928) es una novela de André Breton, considerada como una autobiografía oblicua. El texto aborda el problema de la inspiración y presenta a la figura de Nadja cifrada como musa, que aparece y desaparece, con una idea de ritmo. Aparece como figura vinculada al deseo de obra.

Aparece en el libro una fuerte impronta contra la idea de obra y de literatura,  calificado por el autor como anti-literatura. Esto se apoya en la desacreditación por ausencia de la descripción (en oposición hay una colección de imágenes, una serie heterogénea, como un montaje) y de una lógica de la trama como preparación de acontecimientos (hay un listado infinito de pormenores, una des-jerarquización del relato literario, presentando una sucesión de encuentros). El texto presenta una lógica vinculada al caso clínico, que aborda el enloquecimiento del personaje de Nadja.

Se instaura la idea de que la única forma de producir un texto como ese es en el tiempo vacío, de ocio, y de que no es necesario un trabajo específicamente literario para producirla. Se narran escenas vinculadas al tiempo libre (paseos, teatro, encuentro con otras mujeres) y el encuentro aparece siempre marcado por rasgos femeninos, eróticos. El personaje de Nadja le produce al autor, y narrador de la historia, un acceso a las cosas, posee una capacidad para hacerle ver mejor los objetos que le rodean. En ese sentido, el amor aparece como experiencia de revelación.

Walter Benjamín, en su ensayo “El surrealismo. La última instantánea de la inteligencia europea” (1980), plantea que “Nadja” no es un texto sobre la consumación, una historia de amor (no hay intriga) sino que es un conductor de experiencias. Un exhibicionismo a puertas abiertas, un modo de llevar al amor cortés a la ciudad moderna, donde importa más el pensamiento que ese encuentro produce que el goce sensual equivalente al amor cortés (discurso y pensamiento a raíz de la figura de la amada). La novela para este autor es una alegoría de las masas y del amor por las masas.

Esta obra se instaura dentro del marco del surrealismo, poniendo de manifiesto sus formulaciones esenciales y presentando el conjunto de rasgos de la escritura bretoniana. La edición de la novela de 2004 posee una introducción que da cuenta de las características en la escritura de André Breton y ciertos elementos o cuestiones presentes en “Nadja”. Allí se plantea una división en la relación con la escritura de este autor, un antes y un después de esta obra. En la primera etapa, se señala la atracción por el anarquismo y la psiquiatría, en un contexto del nihilismo y provocación de Dadá, con un carácter subversivo, cuya escritura está en la dirección de recuperación de fragmentos del subconsciente. Produce en ese entonces textos y poemas inspirados en recuerdos oníricos, concibiendo a la poesía como liberación. Luego rompe con el Dadá y realiza actividades de tonos experimentales (escritura automática), políticas y creativas. Redacta el manifiesto del surrealismo. Conoce a Leona (Nadja) y se producen los encuentros referidos en el relato. Va trabajando la obra de a partes en diferentes momentos.

En su segunda etapa, posterior a la publicación de “Nadja”, el autor reafirma sus ideas, a costa de rupturas y polémicas, continuando con su convicción revolucionaria. Se centra en profundizar en la exploración del inconsciente. La curiosidad intelectual rigurosa no le abandona, a pesar de sus problemas económicos y de salud durante la Segunda Guerra Mundial y posterior encarcelamiento político.

En esta edición de 2004 se cuenta como fue elaborada la obra, redactada en partes, dándole el autor especial importancia a las imágenes que se intercalan con el texto. La historia está dividida en tres partes, abordando las primeras dos la recuperación de acontecimientos pasados. En la primera parte, de los recuerdos referidos a Nantes (ciudad de Francia). Esta fue denominada “Preámbulos” por el autor, abarca desde el inicio, “¿Quién soy yo?”, hasta la aparición de Nadja. Se publica inicialmente como obra completa, en las reediciones incorpora el “Proemio”. En la segunda parte, se recuperan los recuerdos de los encuentros con Nadja (Leona). Mientras que en la tercera parte el tiempo de la narración coincide con el real, y está dedicada a una de sus amantes, además se incorpora mención a un accidente de avión recientemente acontecido (para la fecha de publicación).

Posterior a la publicación original, en las sucesivas reediciones se van incorporando notas e ilustraciones/fotos y cambios estilísticos para aligerar el texto a hacerlo más preciso. También se pueden apreciar alteraciones referentes a la relación con Leona en contraste con la voluntad de transparencia del poeta, manteniéndose en el terreno de una ambigüedad que permite diferentes interpretaciones (ej. se suprimen referencias a haber pasado noches juntos en hoteles). Se percibe un distanciamiento personal respecto de ella, como intento de reducir el carácter emocional, afectivo, sensorial de la relación y la sensación de culpa. Se puede notar, además, la intención de reducir el carácter episódico o incidental del argumento de su relación para privilegiar el más absoluto del alcance interpretativo que pretende darle el autor a la obra.

El personaje de Nadja (Leona) y los hechos referidos fueron reales, existe correspondencia entre ellos que lo atestigua. En un texto posterior Breton dice que su interés por Leona era puramente intelectual, no amor.

La introducción a la obra también refiere al estilo del texto calificándolo como desconcertante, que posee una apariencia de simplicidad en la que oculta un entramado de claves que lo hacen complejo. Breton utiliza en “Nadja” la estrategia de los discontinuos y del aparente desorden, siendo un relato que podría ampliarse hasta el infinito mediante “añadidos” o desaparecer diluyéndose fragmentada entre el resto de las obras del autor, y por tanto los limites resultan imprecisos. Se crea una unidad de conjunto paradójica ya que no procede del tono literario y en su dimensión argumental produce una sensación de deriva desconcertante. La obra se orienta al futuro, bajo la concepción de que la escritura es sólo una vía de exploración. El sujeto del relato es en apariencia Nadja, pero en verdad es el propio Breton, plasmando etapas de una autoexploración que el autor quisiera enmascarar.

Este texto introductorio también aborda las intenciones del autor. Breton indica querer darle a su texto el estilo de un informe clínico en el “Proemio”, lo que da a pensar en una obra con rigor en la claridad y nitidez, pero ello no ocurre, la obra es una composición abigarrada, barroca de figuraciones entrelazadas en permanente metamorfosis. Las pretensiones de objetividad quedan eclipsadas por las reflexiones del autor que transita la obra. Se plasma un recorrido de formulaciones ambiguas. El texto está escrito en clave polisémica, mediante el uso de términos con varias significaciones, recuperación de frases fijadas con un sentido original y mezcla con otras o entre ellas mismas. Aparece además la amplificación en digresiones, paréntesis que derivan el hilo del discurso de manera a veces confusa, referencias implícitas e intertextualidades, omisiones significativas (en las versiones posteriores respecto a la primera) que son ocultamientos buscados. Al estar la tercera parte orientada a su amante, eso ayuda a inferir la motivación para la imprecisión y el oscurecimiento. La obra produce la impresión de que nada en ella es gratuito (nada sobra) y que toda ella compone un conjunto coherente (nada falta), batalla entre “lo oculto” y “lo desvelado”. Así mismo la primera parte contribuye a situar al lector en el “estado de disponibilidad” en el que se va a producir el encuentro con Nadja.

En la edición 2004 también se incorpora información respecto a las imágenes que acompañan el texto. Se trata de retratos, referencias exteriores (lugares), documentos y los diez dibujos realizados por Nadja. No hay voluntad estética en ellas, sino que poseen  un tono voluntariamente banal. En el “Proemio” el autor explica que las incorporó con el propósito de suprimir las descripciones narradas, pero en lo real del texto no reemplazan las descripciones. Se siembra la duda respecto a las imágenes omitidas que podrían haber estado, que referencian en el texto como las cartas escritas por Nadja.

En la citada introducción se plasman otras consideraciones sobre la novela. Destaca el hecho de que la obra termina con una definición de Belleza, la aparición de preocupaciones políticas de forma sutil (ej. reflexiones acerca del valor del trabajo, el que Leona sea pobre la priva de la posibilidad de rehabilitación). La fuerte presencia de la idea de la reivindicación de la libertad, el convertir a la psiquiatría en un aparato represor, y la figura de Nadja como quien subvierte la lógica (orden establecido, político) adoptando un carácter subversivo. Enmarcado dentro del surrealismo, el texto intenta expresar “el funcionamiento real del pensamiento”, aflorar las manifestaciones del inconsciente.

El autor demuestra un dominio de la analogía, metonimia y metáforas alternadas, tomando “lo literario” en tanto intertextualidades y referencias concretas. Los apuntes fragmentados acaban componiendo un conjunto coherente de tipo teórico. Se trata de una escritura de carácter experimental y utilitario para la exploración surrealista. Se opone a la “literatura psicológica con fabulaciones novelescas”.

El movimiento surrealista, impulsado por el primer “Manifiesto surrealista” escritor por André Breton, se centró en el trabajo con el azar y el automatismo, en búsqueda de la verdad (lo real queda expuesto en sí mismo), que se manifiesta en el objeto encontrado (por contingencia). Utiliza como recursos compositivos el montaje (yuxtaposición y serializarían) desde la perspectiva de la regeneración (algo del orden del pensamiento que aparece solo a partir de la puesta en común de objetos dispares).

Comenzó a desarrollarse en la literatura para luego trasladarse a otras disciplinas. Plantea que los automatismos psíquicos, dejan ver el poder de lo imaginario. En la literatura se desarrolló principalmente bajo la idea de la escritura automática, considerando que la no interferencia exterior resulta en acceso al flujo inconsciente. Se considera la existencia de un pensamiento crudo/vivo/hablado, al que se intenta llegar a la máxima cercanía, lograr la unión entre expresión y pensamiento. Pugna por la aniquilación subjetiva de los criterios formales, estilísticos y políticos (suicidio figurado del autor), busca el intento de grado cero del estilo y del dispositivo de registro.

Ante el problema de la inspiración se opta por empezar por la saturación lingüística (murmullo inagotable, infinito), no se pone en escena un plan sino el acto en el que se toma la palabra (deseo de comienzo que se repite). La obra es un camino hacia la inspiración, no el efecto de esa; se preserva y protege el estado de estar inspirado.

No se requiere talento o genio, ni de la disciplina del trabajo, sino una disciplina y un estado de disponibilidad extremo, un “estado de pasividad soberana”, sin el pensamiento reflexivo ni diurno. Se accede a una situación en la que no se puede elegir que decir porque no es efecto de una voluntad sino de un automatismo mental, un “discurso sin sujeto”. Considera al poeta como un sujeto des-cualificado que solo se limita a editar el producto del estado en el que estuvo inducido. Solo importa la huella anónima visible de la experiencia en la que el mecanismo de escritura se pone en funcionamiento. Se trata de la reivindicación del deseo de obra.

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