Conversaciones Siete Artes / FABIÁN VENA – Primera Parte. Por MAXIMILIANO CURCIO

“LA FILOSOFÍA ESTÁ ALREDEDOR DE ALGO QUE NADIE LO ABARCA, POR ESO RESULTA EXTREMADAMENTE INTERESANTE”

En formato unipersonal, el gran Fabián Vena regresó a los escenarios porteños de calle Corrientes con “Quién Soy Yo: Filosofía Clandestina”, una atractiva propuesta que aúna teatro y filosofía, y se encuentra inspirada en una idea del recordado Hugo Arana. En un cálido encuentro junto a Revista Siete Artes, el reconocido intérprete de cine, teatro y TV no teme en mirarse al espejo de su propia condición y abundar en detalles de un intenso proceso de trabajo, así como también en algunos de los grandes desafíos que representa dirigir y actuar a la vez. Bienvenidos a una auténtica masterclass teatral.

-Fabián, contanos cómo llega a vos esta idea de Hugo Arana y cómo trabajaste junto a los autores en la dramaturgia.

Claramente, esto es una idea del querido Hugo Arana que se la presenta tanto a Carlos la Casa como a Daniel Cúparo, los autores de la obra, quienes me cuentan en intimidad que, cada vez que le acercaban un material a Hugo, él decía ‘no, no, no, no’… me lo imagino, en su exigencia amorosa. La escritura se desarrolla durante un tiempo, pasan los años y finalmente llega a mis manos a través de un productor amigo para ser dirigida, con la idea de que actuara un actor compañero. Cuando me hablan de ese actor, me parece una idea fenomenal y cuando lo leo, el material me atrapa por completo. Emocionalmente, en lo intelectual, en todo sentido; en términos de ideas, de convención, que es muy importante para el unipersonal, porque la idea de dar clases ya te espanta cualquier fantasma que no sea teatral y lo es la obra en ese sentido.

-¿En qué momento de tu carrera te encontró este proyecto?

Yo venía un poco envalentonado después de “Conferencia Sobre la Lluvia”, y algunos otros trabajos que hice, en donde, en términos de monólogos, he podido desarrollar con absoluta elasticidad lo que tiene que ver con la puesta en escena o la dirección de actores. El hecho de que me haya llegado el material me pareció que estaba dentro de la línea de un trabajo que yo vengo desarrollando y de manera muy satisfactoria. Lo cierto es que, después, me encontré con la dramaturgia y en el choque con las ideas que tenía para el espectáculo. Vi que tenía que intervenir ese texto de alguna forma para que se pudiera meter en un formato como el que yo quería. Inmediatamente, nos pusimos en contacto con los autores, y ellos, en un acto también de altísima generosidad y confianza, me dejaron hacer lo que quisiera. No hay nada más lindo que te digan eso, porque el sentido de libertad cobra mayor fuerza, porque ahí entra la responsabilidad de mover un material. También la conformidad de los autores y la idea de poder elevar ese mismo material, ponerlo en caja, en una puesta, como fue en mi caso. Así que trabajé con muchísima libertad, con el equipo que ya vengo trayendo desde hace muchísimos años.

-¿De qué manera encarás una obra de estas características?

Luego del trabajo de dramaturgia asumí el rol de protagonista, está a la vista que el actor que iba a formar parte no pudo hacerlo. De inmediato, me empezaron a venir ideas de dirección fuertes, asimismo la idea de la música, en tratar de conseguir algo desde lo melódico y armónico, más allá de lo rítmico, y salir a competir al aparente nivel de atención de cinco segundos. También tuve que incorporar gente para este nuevo espectáculo y a esa libertad se le sumó el rigor en las ideas, la no concesión artística y, por supuesto, la primera gran clave de un teatro como el que a mí me gusta que es, básicamente, entretener. Lo que es ley para mí también dentro del teatro de arte. Como primera regla, sin entretenimiento ni interés, sin ganas de estar disfrutando el fenómeno teatral, por más que te digan los mejores textos, sin eso no acontece nada. Esta es la idea de cómo llegó a mí el material, y sigo disfrutando el solfeo.

-¿Cuáles son los desafíos de dirigir y actuar a la vez?

Los desafíos son grandes y cada vez peores. No es la primera vez que lo hago, e incluso lo he hecho con compañeros arriba del escenario. En principio, te diría, no es recomendable; pero, a veces, uno se encuentra en esa situación y tampoco quiere soltarla. Yo podría haber dirigido en esta obra a compañeros, o podría no haberla actuado, o incluso podría hacer lo que hago en mis monólogos, haber delegado en la mirada de otro, pero, a veces, está muy ligada la concepción del espectáculo a la idea de la dirección que ahí directamente se desprende. Me refiero a la idea del tono de actuación y, sobre todo, lo que también implica a una dirección y puesta de escena, en la apertura creativa a los demás rubros, una mirada puntual, pero que desarrolle todos los lenguajes que están dentro del teatro y que todo esté amalgamado claramente con una propuesta general. El director se encarga de eso, el actor solo de su personaje y la letra. Lo cierto es que es jodido, la verdad. Alguno de esos roles sufre, y en este caso sufre un poquito la actuación.

-¿Por qué?

Digo que sufrió un poquito el actor porque me llevó un laburo muy grande. Todo lo que tuvo que ver con la dramaturgia, ahí hay un viaje que yo sabía que me iba a encontrar con enormes montañas a atravesar. El gran golpe del lenguaje de la música y la dramaturgia, en este caso, al hacer teatro.

-¿Cómo definirías el rol que cumple la música en “Quién Soy Yo: Filosofía Clandestina”?

Yo no he visto una obra que tenga música durante toda la obra, que sea determinante más allá de lo rítmico. Que venga a generar justamente todo este impacto sensorial y no intelectual que, de por sí, aparece en el texto mismo; ni tampoco creo que vea alguna vez una obra así. Es un viaje particular que lo sentí de esa manera y nos la jugamos por completo con todo el equipo creativo, incluido mi maestro de técnica vocal, Carlitos De Martino, quien lo es de los diecisiete años, e iba preocupado a los ensayos y decía ‘¿qué es esto de la música?’ Hasta que al día de hoy está enloquecido con lo que hemos hecho. La música presenta todo un desafío, con sus problemas técnicos, que tiene que ver con lo que se escucha, que sale todo de un parlante y está constantemente presente en la obra. Este aspecto ha llevado mucho trabajo, en un ida y vuelta con el músico Pablo Porcelli, en un ida y vuelta de juego con mi coach de actuación (José Luis Arias, que también es profe de mi escuela y nos hemos criado juntos en teatro, una gran referencia para mí). Dejame mencionarte también la incorporación de la coreografía, del vestuario, de la escenografía, que también fue determinante para trabajar profundamente en un lenguaje, que tenía que estar hecho de un material puntual. En el caso de la ficción, en la obra y sobre todo después, es necesario que también el abordaje sea práctico para poder viajar como lo hago, con una maleta de músico.

-¿Cuál fue la mayor dificultad que encontraste a lo largo de este proceso?

Todo este viaje creativo me llevó a que, faltando diez días, el actor, o sea yo, no tenía la letra ¡y fue un poco desesperante!, porque la letra no se aprende de un día para otro, de una semana para otra, ni de un mes para otro. Encima, se aprende cuando uno duerme…como el músculo que crece, ahí se aprende, cuantas más noches vos tengas con esa letra. Así que, evidentemente, no llegué con muchas noches y entré flojito de papeles como nunca. Porque, como actor, diez días antes de un estreno estas trabajando sobre sutilezas y detalles, no sobre la letra. Pero es un viaje agradecido, y disfruto mucho de la puesta, porque está hecha en función de una coherencia de criterio y de una fusión y una espera muy grande para que todo llegara a buen puerto. Quiero decirte con esto que, si yo hubiese tenido otro actor, y hasta último momento, como me sigue pasando, voy tocando la letra o voy tocando algún compás de música, el actor estaría absolutamente enemistado conmigo, porque no le estaría dando mucha seguridad ni mucho tiempo. Así que hay un punto claramente donde uno también celebra estar compartiendo todos esos roles.

-¿Cómo abordas cada nuevo personaje que te toca trabajar?

Es linda la pregunta, sobre todo porque como dice Stanislavsky, cuando se consigue dar forma a un trabajo y uno está conforme con lo ya creado viene una etapa del acabado y cuando uno lo consigue ya ni siquiera hay características del personaje, lo que hay es un espíritu. Entonces la gente, incluso el actor, ya no ve características, sino un espíritu. Por supuesto, un espiritual con determinadas características, alguien que está vivo o presente y nos remite a pensar en las de uno mismo o de alguien que uno conoció. Pero más allá de eso, cuando aparece un espíritu uno puede describirlo todos los días de una manera distinta, o con un rasgo que no se le había ocurrido. Incluso la gente que lo ve, el espectador, también puede agregar a ese espíritu las características que vio o conoció o que soñó, y que funciona claramente como como un espejo.

-¿Y con qué características describirías a este personaje en particular?

Te diría hoy te diría que es un distinto, como para quitarle peso a cualquier característica que se le pueda agregar, y por supuesto las tiene y trataré de enumerártelas, pero es alguien distinto, una persona distinta. Me parece que engloba una cantidad de cosas que hacen el asunto. También, dentro de las características formales me parece que casi está tocando el piso del erudito; un tipo que tiene mucha información, que tiene mucha voluntad de transmitir, que ha logrado tener sobre sí mismo una mirada constante, en modo de registro, para saberse entender en sus diferentes etapas de la vida. Un tipo que, evidentemente, lleva adelante en lo práctico lo que dice, lo que piensa, lo que sueña. Es una persona con altísimas dosis de docencia. Es decir, esa necesidad de querer transmitir al mundo. Cuando termina el espectáculo dice ’vayan por el mundo a transmitir la buena nueva’. Hay algo ahí de lo combativo, no solo de lo disruptivo, que es casi la forma, pero después aparece todo el contenido y dentro de ese contenido lo que aparece es, no una manera distinta de pensar y transmitir eso, sino una manera más lúcida de pensar. Una mirada, ya no solo por supuesto filosófica, sino sin velos ni prejuicios: con cojones para enfrentarse a la pregunta. Con la sapiencia como para transmitir que la pregunta es más importante que la respuesta. En otro orden, altas dosis también carga el tipo, sin quererlo, de espiritualidad. Sin lugar a dudas. No solamente abarca preguntas existenciales, sino que lo pone también de manifiesto de tal manera que las hacen rodar en forma práctica, no se queda solo en la mente. Así que tiene características preciosas, de esos grandes docentes que tal vez cada uno tendrá en su memoria alguno. Que te das cuenta que son gente que ha venido esta vida preparada para eso y solo hay que escucharlas, llevar adelante los preceptos según como se puedan, honrarlas en la memoria y, si uno tiene la chance como en mi caso de poder transmitir esos conocimientos, como a mí me ha tocado con mis maestros y hoy poder enseñar a otros lo que me enseñaron, bueno…ya ahí creo que se cierra perfectamente el círculo.

-¿Es la clandestinidad un lugar propicio para hacer historia?

Sí, ¿por qué no? Más allá de la mirada poética que tiene alrededor de la clandestinidad, el personaje la describe como aquello que ha sido superador, porque lo que ha sido inolvidable en la historia nunca surge en otro lugar que no sea en la sombra, en la oscuridad, en el secreto y en la intimidad. Me parece que está arraigada con la idea del pensamiento, ¿dónde se genera? No se sabe, o más o menos, no hay lugar ni tiempo y cuando aparece ese pensamiento aparece en lo más profundo de la intimidad. Es escuchar eso, más que nada; cualquier otra manifestación ya sería externa. Pero la idea de la clandestinidad de forma poética tiene que ver, me parece, con estar atento a ese último texto que aparece antes de dormir. Y más allá de la mirada poética como la que digo, se puede hacer historia desde cualquier lugar, pero cuando se hace historia, en algún lado surgió esa posibilidad y cuando surge una idea me parece que sale directamente de la más profunda intimidad.

-¿Nos cuesta mirar al espejo de las propias miserias?

Es interesante este juego, y sí, nos cuesta mirarnos al espejo y a nuestras miserias. Es intimidante, por supuesto. Obviamente, mirarse al espejo de manera metafórica, pensarse. Nos cuesta tanto que estamos como estamos a nivel humanidad, ya…ni siquiera si nos hiciéramos las preguntas correctas, ¡acaso si nos hiciéramos preguntas! Estoy seguro que podríamos entendernos mucho mejor y como dice mi personaje, citando a Borges: ‘lo que hace un hombre, lo hacen todos los hombres, así que si uno logra comprenderse, toda la humanidad podrá comprenderse’. Es muy difícil mirase al espejo y bajo el título sugerente de la obra, encima con esa imagen fuerte que aparece ahí, me han preguntado un par de veces: ¿te mirás al espejo para preguntarte quién sos? Y yo mismo, que vivo de esto desde hace siglos, me he encontrado con la respuesta de que no, que la verdad que no me ha mirado tantas veces como uno supondría. Si uno pasa más tiempo haciendo de otro, mirando hacia el espejo, o sea, hay algo del actor…yo hago un audiovisual y tengo siete espejos alrededor porque sé que es imagen, hay un laburo que tiene que ver con el lenguaje, pero el espejo utilizado como elemento básico, lejos de la introspección y con solo el mirarse de verdad. Todo lo que tiene que ver con salir del sillón confortable de nuestra vida ya nos cuesta, claro que sí, y el hecho de preguntarse cosas también, porque siempre es mejor mantenerse en el estado de levitación. Lo que pasa es que, por más que uno quiere evitarlo, las preguntas vienen y van a seguir viniendo todo el tiempo y con solo asumir que las preguntas van a aparecer sí o sí, en algún momento tendrás que escucharlas y cuando escuchamos esas preguntas, ahí está nuestro espejo. Entonces, es hasta donde nos dé el coraje, ya no te digo la mente, sino la propia voluntad de espíritu ¿Hasta dónde vamos? ¿Hasta dónde me quiero conocer? ¿Hasta dónde puedo entender mis miserias y virtudes?, Hasta dónde lleguemos va a estar bien y va a ser la respuesta de cada uno y, seguramente, su propia manera de vivir.

El material fotográfico que acompaña a esta nota es gentileza de Team 22 Producciones

Podés leer la segunda parte de la entrevista acá: https://revistasieteartes.com/2023/12/18/conversaciones-siete-artes-fabian-vena-segunda-parte-por-maximiliano-curcio/

ACERCA DEL AUTOR

Maximiliano Curcio es periodista cultural, escritor, docente y productor de contenidos radiales. Es director de la Revista Cultural Siete Artes, ha colaborado con numerosos medios digitales y publicado más de treinta libros.

Un comentario

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.