Conversaciones Siete Artes / FACUNDO ARANA – Primera Parte. Por MAXIMILIANO CURCIO

<<EL PROTAGONISTA DE «EN EL AIRE» GRITA A VIVA VOZ LO QUE YO VIVO A VIVA ALMA>>

Facundo Arana, brillante intérprete de teatro, cine y TV, visita nuestro espacio de conversaciones en Revista Siete Artes. En esta primera parte de un encuentro lleno de emociones, el cuatro veces ganador del Premio Martín Fierro nos cuenta como llego a él la posibilidad de interpretar la mágica y conmovedora obra “En el Aire”, con dirección de Manuel González Gil, actualmente en cartel en el Complejo La Plaza. Con encomiable sentido de conciencia, Facundo visibiliza la historia que late dentro de cada teatro, haciéndose eco de elogiosos rescates culturales que testimonian al mundo, porque la identidad nos define y es sagrada. Sensible y comprometido con lo que ocurre a su alrededor, el actor y músico mira directo a los ojos de su público y sabe que la unión verdadera no pone condiciones.

-Facundo, ¿de qué manera llega a vos “En el Aire”?

“En el Aire” estaba en el éter, literalmente. En el año 2012 yo hago mi primer intento de subir el Monte Everest y me lastimé mucho. Al mes me bajaron con problemas de edema cerebro pulmonar. Intenté volver y no pude. A la vuelta de eso, una vez recuperado, no pude acomodarme al trabajo artístico de aquel año. Sentí que había llegado tarde: todas las tiras grabadas ya estaban empezadas y la temporada teatral también había arrancado fuerte. Entonces, tenía que esperar, ¿y viste cómo cuando vas a saltar la soga y aguardás tu turno? Pero estaba lejos en la fila…y tenía una necesidad de ponerme a saltar. Inmediatamente lo llamo a Javier Faroni (NdR: empresario teatral), para pedirle una oportunidad de trabajo. Porque, además, me di cuenta de que estaba empezando a ponerme triste y yo no conozco términos medios cuando no tengo el comando, no estoy canchero en eso. Con la tristeza es como con la felicidad, hay que saber manejarla. Hay gente que tiene parámetros…sufre hasta el siete …y para arriba va hasta ocho, porque demasiado más, de un lado u otro, te mata…pero yo no funciono así. Porque no tengo tope ni piso. Si es de alegría, vamos a fondo, me lo permito…pero para abajo, digo, me voy a lo negro, y no quiero el fondo del mar. Entonces, café de por medio, le comento a Javier que necesito un unipersonal. Por todo esto que me pasó, necesito respirarlo y sanarme, trabajar con calma; no es algo que pueda hacer en dos meses, pensar en una obra para ensayar y salir a las tablas haciendo siete funciones por semana. Necesito algo más chiquito, que pueda hacer profesionalmente. Javier me dice que duda que lo que tiene para ofrecerme me pueda servir. Le pido un autor, y me nombra a Manuel González Gil. Era como que te inviten a jugar con Messi. En ese entonces, Manuel se iba a ir a México a trabajar, pero se quedó a escuchar lo que yo tenía para decirle. Entonces, quedamos en encontrarnos en su casa-estudio de teatro, y cuando escucha mi historia me dice ‘vení mañana, me voy a quedar acá y nos vamos a poner a trabajar ahora mismo’. A esa misma hora, al día siguiente, nos reunimos junto a Sebastián Irigo (NdR: co-autor de “En el Aire”), y Martín Bianchedi (NdR: autor de la música original) a desandar el camino de lo que sería la obra. Junto con Fito Grasso -que estaba en la operación-, empezamos a tirar ideas y fueron apareciendo destellos de cosas. Descubrimos que iba a haber un programa de radio sobre un escenario, dónde ocurriría el conflicto, y todo el resto se fue escribiendo página a página, como hacías en tus primeras clases de teatro. Fue tan maravillosa y tan íntima esa búsqueda, tan precioso viaje creativo, una belleza compuesta. En vez de dos meses que suele ser lo que tarda en salir una obra, tardamos el doble. Javier nos decía que no nos apuremos.

-¿Qué es lo más desafiante de este personaje? ¿En qué te identificas con Marcos?

Marcos, el protagonista de “En el Aire”, grita a viva voz lo que yo vivo a viva alma. Tenía trece años cuando escuché por primera vez un saxo que me rompió la cabeza. Te cuento que en mi casa no se escuchaba música, porque más bien no existía el hábito. No era como hoy que sale música de todos lados y está al alcance; había que estar cerca de la radio, o poner el disco, o el cassette. Un día, volviendo en auto de acompañar a mi viejo a su partido de fútbol, no hablábamos mucho, y le digo si puedo encender la radio. Y cuando lo hago sale directamente, como si me hubiera estado esperando, el solo de saxo en la coda de la canción “Never Surrender”, de Corey Hart. Un típico solo de saxo de los años ‘80. Imagínate que el saxo en aquellos años era una cosa de que te desplumaba la cabeza, era como el solo de viola. Cuando vino esa parte de la canción se me puso la piel de gallina y me enamoré para siempre. Una locura. Allí supe que quería hacer lo que hiciera sonar ese instrumento, aún sin saber cómo era un saxo. No me lo quise sacar nunca más de encima. Cuando el alma sabe no se equivoca, ¿viste?

-¿Cómo vivís el vínculo que se establece durante la obra con el público, al romper la cuarta pared?

Es una cosa mágica y muy linda, porque arranca la obra y jugamos primero con el artista: la gente te vino a ver a vos, y aparece en escena ese artista saludando…y parece que sos vos mismo. Pero no es Facundo, que no estuvo nunca, sino que es Marcos, que entra pidiendo permiso y prestada la onda con la gente a Facundo. Y el público se queda con esa sensación. Una vez corremos a Facundo, queda Marcos, un tipo que es muy es muy querido y carismático, se caga de risa con los oyentes, y la gente entra enseguida en esa sintonía. Luego, ocurre un corte publicitario y tiene un llamado con su hijo, y en el medio del romance con el público que lo fue a ver, nos damos cuenta de que no lo trata muy bien al hijo. Le grita, lo cuestiona, problematiza. De golpe vuelve el programa y nos sigue generando mucha empatía, nos hace reír y pensar, estamos de acuerdo con mucho de lo que dice. De pronto, otra vez al corte, habla con la madre de su hijo, su ex mujer, y notamos a un tipo que parece medio misógino, se burla de ella, la trata despectivamente. Después, de regreso al micrófono se pone sensible y no queda muy claro quién es Marcos. Entonces, ¿de qué me estoy riendo? ¿quiero un tipo así cerca? Ahí, nos damos cuenta de que el tipo es una persona normal, como lo somos todos, tiene destellos mágicos y maravillosos, y otras características bastante terribles, con las que puede elegir trabajar, mejorar…o no. Pero, en medio de toda esta coyuntura personal, está haciendo algo heroico. En medio de su propia búsqueda se encuentra haciendo el rescate de la cultura, de un teatro que lleva el nombre de la más célebre bailarina húngara de todos los tiempos, Hannah Müller. Es una historia tan poéticamente triste. Luego, lo que ocurre con el teatro lo contarán los personajes que pasaron por allí y los eventos mismos que no figuran en ningún lado más que en su historia. Lo que pasó late en el teatro.

-En la obra, disfrutamos de la participación en voces en off de grandes artistas de nuestro teatro, como Norma Aleandro, Virginia Lago, Miguel Ángel Solá, Carlos Belloso y Nico Scarpino. Contame cómo surge la idea de reunirlos a ellos para colaborar.

Ellos son todos amigos en común con Manuel González Gil. En el caso de Nico y Carlos, son muy son amigos míos; y en el caso de Norma, Virginia y Miguel Ángel, son familia con Manuel. Todos se han subido al proyecto, que es una belleza, y vienen en nombre de esa caballería del arte a hacer fuerza y poner las cosas en su lugar. Es maravilloso.

-Mencionabas el rescate de la cultura y la necesidad de un acto heroico, ¿qué nos vuelve fuertes ante la adversidad?

La unión verdadera y sin condiciones. La unión no tiene banderas, las une. Si vos mirás el país que tenemos, no hay que ser muy genio para darse cuenta de que, si todos empujamos y no se roba nadie nada, es un país tan rico que no lo podemos hundir ni queriendo. Habiendo llegado a un punto muerto en donde decís ‘ya esto estaría’… y si con todo lo que hicimos, no conseguimos hundirlo. Sucede que el país es tan rico, grande y vasto. Yo lo recorro de punta a punta, de lado a lado, y todo el tiempo está lleno de gente maravillosa que busca y construye mirando y empujando hacia adelante, que no quiere otra cosa que una mejor calidad de vida para sus hijos, nietos y lo que viene. Todos están preocupados por su destino, es lo que veo y hablo con mucha gente, y no lo selecciono a dedo: con lo con que me llevo por delante, hablo. Entonces, ¿cómo no creer en nuestra gente y nuestra capacidad?

-¿Cómo podríamos aplicar tu reflexión a pensarnos como sociedad inmersos en un panorama que en lo inmediato exige tomar decisiones sumamente importantes?

Me parece que, en algún momento, vamos a demandar a quienes toman el timón de mando, que se dejen de hinchar y que vayamos, de verdad, adelante entre todos. No es uno y todos los demás poniéndose en contra. Porque no me preocupa el que gana, me preocupa los que no ganan, que son un montón, y si en vez de ponerse al lado y empujar juntos, obstruyen en sentido contrario…no importa qué tan estadista seas, ni que equipo maravilloso de gente tengas, no vas a poder moverte nunca para adelante. Oposición -cuando se habla de la vida de un país, una democracia y una república- no es empujar para el lado opuesto; eso es delincuencia, un horror y un espanto. Es romper una máquina que no puede funcionar si no está perfectamente acompañada. Oposición es sentarse al lado y dialogar. Es ponerse de acuerdo si vamos todos en determinada dirección.

-Entiendo tu punto de vista y coincido en un ciento por ciento con vos. Cuesta creerlo posible en un país en donde no hay una convivencia pacífica entre diferentes partidos políticos e ideologías. No se ve en nuestra dirigencia política un respeto mutuo.

Estamos en un país en dónde el presidente saliente no le quiere dar la mano al entrante. No nos podemos dar el lujo de eso. Unos años atrás, cuando asumió nuestro Presidente Alberto Fernández, Uruguay mandó al Presidente entrante y al Presidente saliente. Dos mandatarios que no pueden estar más en las antípodas de lo que se quiere para un país. Son River y Boca, blanco y negro. Pero entraron los dos tomados del brazo. ¿Entendés? Entonces, desde ese lado, no hay nada que construir. Yo lo miro, pero es el mundo en el que estamos inmersos. Es nuestra nación. Pero mí Argentina y mí nación no es la política; es la que yo camino de punta a punta y con cualquier excusa me la voy a recorrer. Hay gente maravillosa que vive en nuestro país, pero ninguno de ellos tiene que ver con la política.

-¿Pensás que el progreso del mundo avanza su curso sin valorar la historia de cada lugar?

La realidad supera por completo a la ficción. Esta historia que cuenta la obra de teatro, no sabés la cantidad de veces que ocurre en todo el país. Llevamos la obra por todos lados y he llegado a lugares en los que terminaba la función y tenía al encargado al encargado de la sala agarrándose la cabeza, llorando como un niño, pensando que nosotros escribimos la obra para él y por darle una sorpresa. Y nos ha pasado que fuimos a Tucumán, donde nos llamaron por favor que vayamos, porque estaban a punto de tirar abajo una casa de cultura para poner una playa de estacionamiento. Y te digo que los hay casos así, más de los que pensás, y si hacés una página y decís ‘pásenme denuncias’, tenés un montón de situaciones en curso. El fin de semana pasado vino una chica de la cultura de Campana, a pocos kilómetros de dónde vivo, a contarnos una situación de emergencia similar, y son todas cosas que pasan constantemente, con lugares importantes, no solo con teatros, creados por nuestros inmigrantes en el mil novecientos, que son nuestros padres y abuelos, que tienen toda una historia detrás…parte de nuestra historia viva. Como dice la obra: corre por nuestras venas, es nuestra identidad y con la identidad no se jode. Entonces, sí, debemos resguardar lo que tiene que ver con nosotros. ¿Qué te rinde más?  ¿Un teatro en el mejor lugar del mundo o una playa de estacionamiento o un bingo? Que te da más guita, no tengo dudas. Lo que pasa es que cuando vos hablás de la identidad, hay determinadas cosas que deben sagradas. De hecho, hay una ley nacional que dice que donde hay un teatro y se lo tira abajo, solo se puede construir un teatro…y no está hecha porque sí.

-Podemos decir que “En el Aire” visibiliza el estado de fragilidad que reviste a varios sectores culturales, que es algo que tristemente vemos repetirse.

El teatro tiene algo que es absolutamente indiscutible y es algo a lo que, por supuesto, yo jamás le pongo resistencia. Vos dejás que las cosas ocurran y cuando entregaste toda tu alma en contar una historia, nos convertimos todos en partícipes de ese momento, y pensamos ‘¿qué hacemos ahora con todo eso?’ Es una belleza, porque podés ver a toda esa gente a los ojos y de golpe te metiste en el medio de un relato que decís ‘pero yo no quiero que termine’, ‘quiero salir y ver el cartel del Hannah Müller…quiero verla’. Te das cuenta que nunca le diste tanta pelota a una plaquita en un hall de entrada, pero cuando las veas ahora vas a decir ‘ah, ¡pero claro!’. Mirá, nos pasó algo maravilloso: con “En el Aire” volvimos a abrir el teatro Centenario de Colón, Entre Ríos, porque estaba abandonado. Soy el padrino de ese teatro, y me nombraron así porque, si bien tenía a su dueña, estaba abandonado. Cuando fuimos, encontramos un metro y medio de heces de murciélago en el centro del teatro…imagínate la cantidad de tiempo cerrado.  Uno de los artistas, que funcionaba como asistente que de dirección, dijo ‘yo me quedó ‘ y llamó por teléfono a la dueña del teatro, ¡igual a cómo ocurre en la obra!, y le pidió por favor, ‘escúcheme, yo soy artista, déjeme meterme, yo se lo voy a arreglar y se lo pongo en funcionamiento’. La señora, con un poco de duda le firma papeles que la dejaran en control de la situación, y el tipo se puso al hombro toda la situación. Se sacó la remera negra y empezó a palear, a limpiar y restauró cada una de las butacas que había. Hasta Improvisó un camarín, y así abrió el teatro…¿sabés con qué? Con “En el Aire”, imagínate.

-Tal como decías, la realidad supera a la ficción.

Esto fue hace siete años, sino un poco más. Fue una locura demencial. Yo había hecho la obra en el teatro de General Pacheco, donde hay una escuela de teatro que son los Jenneth, cuya directora (Melisa Callero) quedó enloquecida con la función y cuando le cuento que estoy yendo a Colón a hacerla, porque se vuelve a abrir, agarró a los alumnos, los subió en sus autos y así partieron rumbo a la función. Esa noche, en la apertura, todos esos alumnos de General Pacheco fueron los acomodadores. Son estas cosas las que testimonian al mundo.

-Al comenzar la obra, Marcos está al aire con el programa y comienzan a escucharse un boletín de noticias trágicas que podría asemejarse a lo que vemos hoy en día en cualquier medio de comunicación. ¿Cómo ves el estado actual del mundo?

Pienso, ¿qué estamos haciendo en todo? No sé mucho que decirte, porque nunca había visto yo antes comportamiento de plaga en el ser humano. O quizás era raro si podías leerlo en algún lado. Hoy, hay tomas de cámara puestas en time lapse y en cualquier esquina de España podemos encontrar una marea humana que parece que fuera una marabunta demasiado grande para el hormiguero que habitamos. Teniendo en cuenta que soy una persona sensible, pensante, te miro y te digo que el presente me llena tanto de contradicciones, pero no quiero entrar tanto ahí, trato de seguir con la fuerza de mis brazos, alma y corazón…No para analizar, porque no soy economista ni estadista. Tampoco soy miliar ni bombero o policía, soy artista, y como tal puedo, más que amplificar el mensaje, amplificar la sensación de unidad y de esperanza en donde mentalmente podamos empujar hacia adelante.

-“En el Aire” trae luces y sombras de la condición humana. ¿Existe algo que te cause temor de nuestro presente como humanidad?

Le estás haciendo esta pregunta a alguien que tiene la panza llena, a un tipo que está en una casa que tiene la temperatura que yo elegí que tenga y hasta mi perro tiene la panza llena. Tengo mis tres hijos y los tres tienen una sonrisa en la cara porque tienen a su mamá y a su papá junto con ellos y nos vamos acompañando, ellos van creciendo en este mundo…en este mundo que …¿qué sé yo? Y ni siquiera te hablo de nuestras idas y vueltas en esta amada nación, sino que te hablo en general. En lo particular, noto mucha intolerancia en todo lo que tiene que ver con medios o redes sociales. Pero, después me voy a recorrer la Argentina, y no te creas que tan lejos del centro de que parece neurálgico acá en Buenos Aires, y vos te alejas unos kilómetros y no mirás la pantalla, sino que te mirás directo a los ojos con la gente y yo te juro que la mirada es completamente otra. Totalmente. Hay tolerancia, respeto, empatía y amor por el otro. Hay cuidado por el prójimo, y lo veo, todo el tiempo.

-‘Quién dijo que todo está perdido’, diría una canción.

No lo podríamos permitir. Con mi compa estamos empujando para adelante, y te lo juro eh, me importa un bledo quién gane, porque yo soy un convencido de que un país como este le podés poner una ameba para conducirlo, que, si realmente vamos todos juntos y nadie se pone a tratar de quedarse con lo que es de otro, se maneja solo esto. Porque la gente es maravillosa y porque tenemos un país que es muy rico. En la repartija de países, nuestros próceres nos han dejado con uno que es muy difícil de hundir, a menos que, en vez de construir lo quieras romper. Y se rompe con corrupción y con dejarlo en otras manos que jamás lo van a cuidar como lo cuidaríamos nosotros.

Podés leer la segunda parte de la entrevista acá: https://revistasieteartes.com/2023/11/17/conversaciones-siete-artes-facundo-arana-segunda-parte-por-maximiliano-curcio/

ACERCA DEL AUTOR

Maximiliano Curcio es periodista cultural, escritor, docente y productor de contenidos radiales. Es director de la Revista Cultural Siete Artes, ha colaborado con numerosos medios digitales y publicado más de treinta libros.

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