RESEÑAS DE LÁPIZ Y PAPEL: “El Cisne”, de Rubén Darío, y “La Ruptura”, de Delmira Agustini, dos poemas en oposición. Por Jesica Sabrina Canto

En el poema “El Cisne” de Rubén Darío, aparece el yo que va hacia la figura del cisne, el cual aparece como la representación de la poesía, que interpela al poeta en relación a la forma. En oposición directa Delmira Agustini, en “La Ruptura”, habla de la poesía como una flor quebrando la cadena, caracterizada por la calma, la curiosidad, el quiebre, el desplazamiento y el continuar. Plantea al yo en relación a la poesía como en movimiento, en una búsqueda de saber guiada por la curiosidad y el enigma, cuestionando el orden sacro, y volviéndose sobre sí mismo. Se plantea tan en oposición, de manera confrontativa, que no incluye la figura del cisne, sino que la remplaza.

La cadena aparece como una forma impersonal de empezar el poema acompañada del verbo ser en infinitivo, como contando un cuento infantil. Inmediatamente, a continuación, aparecen ideas comunes en el imaginario social: la fuerza del destino, la santidad de la vida, la sensibilidad del alma. Pero esto genera una oposición, ya que la cadena suele ser una figura asociada a lo negativo, como un símbolo de opresión. En el verso siguiente, un “yo” corta la cadena con un lirio, generando un quiebre fantástico por la relación de materialidad de los elementos, la cadena que es firme y dura es rota por un objeto frágil en comparación, pero que está asociado a la belleza y la naturaleza.

Lo mencionado en el párrafo anterior, que analiza el poema “La Ruptura” de Delmira Agustini, plantea un movimiento y una búsqueda de la poesía totalmente opuesta a la planteada en “El Cisne” de Rubén Darío, planteando este último la esencia de la poesía en la forma correcta, como la seguridad del cisne que en su hora final emite el más bello canto. Apoyándose en esa garantía, establece el yo la búsqueda. Esta seguridad se niega en el poema de Agustini, proclamando lo contrario, que la esencia del poema no está en la forma como garantía de belleza, sino en los quiebres del movimiento.

En lugar de buscar la forma “correcta” de la poesía, “La Ruptura”, plantea la referencia al proceso de escritura como la búsqueda de escribir de otro modo, corriéndose de lo preestablecido. Una manera que va a estar atravesada por la ruptura y el quiebre. Esto se refleja en la propia forma del poema, además del contenido textual. Es así que hay una pausa de incertidumbre luego de la palabra “Muerte”, una elipsis para el después, el cambio. Así como también los cortes de verso del cuarto al quinto y del quinto al sexto también son quiebres visuales y semánticos.

Hay un espíritu que se asoma a la laguna interior, que encuentra un reflejo impreciso, dios o monstruo que está tras la esfinge, tras la intriga y el conocimiento. La figura de la esfinge no hace saber que hay algo escondido, oculto, que está interrelacionado con otros. El ser de la poesía es inasible, algo que se da en conjunto pero que a la vez se escapa. La forma sólo cobra sentido si es dotada con la propia voz del yo del poema.

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