X-NO: «Cuentos Inmorales» (1974, Walerian Borowczyk). Por MAXIMILIANO CURCIO

UN DILEMA MORAL ENTRE LAS PIERNAS

En “Cuentos Inmorales”, de Walerian Borowczyk, cuatro relatos eróticos se desarrollan en diferentes épocas históricas. Cada uno de ellos es autoría de André Pieyre De Mandiargues, novelista, poeta, dramaturgo y ensayista francés, vinculado al surrealismo. No se trata de que “Cuentos Inmorales” adopte una postura perceptible sobre lo correcto o incorrecto, sino más con reflejar el porqué Borowczyk aprendió a convivir con el mote de pornógrafo durante gran parte de su dilatada trayectoria.

Para el presente film, una serie de situaciones trasgresoras marcan la identidad de cada relato: violación, homosexualidad, masturbación, crimen e incesto. Ahora bien, hablemos de lo socialmente aceptado y su anverso, juzgado como tal por su respectivo entorno: cada coordenada histórica pone de manifiesto cierto paradigma en donde lo moral alcanza lo sexual. En la pantalla desfilan una fuente de muestras triple equis bastante elocuentes. Fantasías eróticas expuestas con un enfoque especialmente detallado; incitada felación entre primos con la fuerza de la marea como elemento metafórico; un dedo ingresando en una boca en un plano detalle de lo más extremo, un muchacho murmurando placer mientras la chica se desviste vacilante. Para hacerlo más gráfico aún, las metáforas van a la orden: entre dos jóvenes, el juego previo conduce al orgasmo, mientras el desborde es oceánico. Literalidad absoluta.

Primeros planos en el fragor del sexo nos hablan, a las claras, de un film que desafía cualquier mirada fácil de inhibirse. La óptica masculina, sin embargo, prima por sobre otra; Borowczyk oculta el miembro viril lo más que puede, pero el vello púbico femenino se muestra en todo su esplendor: una bella veinteañera sufre espasmos corporales mientras se masturba rabiosamente con un objeto acorde a la situación. Un depredador masculino asoma al acecho. Un libro erótico guarda secretos inconfesables. Por momentos, el film parece copiar una página del manual de obscenidades de Luis Buñuel. Cuando habíamos agotado nuestra capacidad de sorpresa, una noble húngara se baña en sangre inocente derramada para luego insertar perlas en su vagina. Ver para creer.

Walerian Borowczyk proseguiría su marcha describiendo los apetitos carnales de un matrimonio en “The Beast” (1975), inclusive haciendo explícito el gusto por la zoofilia. Siempre se sintió atraído por la obra literaria de De Mandiargues, en su predilección por priorizar el sexo en sus historias, convertidas en ligazón de corte esencial con la huella filmográfica de un provocador nato. Sus respectivas filias volverán a tramar nuevos sentidos posteriormente, cuando lleve al cine la decadente “Al Margen” (1976), protagonizada por Sylvia Kristel, sí…la eterna Emmanuelle.

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