HISTORIAS CASI OLVIDADAS: Consecuencias del Combate de San Lorenzo

Por Carlos Pérez de Villarreal

Escritor – Periodista

Para las ocho de la mañana de ese 3 de febrero de 1813, el combate de San Lorenzo, había terminado. Los granaderos se reunían junto a sus jefes, mientras los infantes realistas se retiraban a sus barcos. Pero en esta “historia casi olvidada” comentaremos que pasó después de llevadas a cabo las acciones militares.

San Martín ordenó recoger a la treintena de heridos del campo de batalla. Quien dirigía esa acción era el párroco Julián Navarro, médico. Acomodados en el convento, comenzaron a practicarse las primeras curaciones, provistos de todo el material hospitalario pertinente, ya que la farmacia dispuesta para atender a los pobladores de la zona, sirvió en esa primera instancia. Pero había heridos que necesitaban la ayuda de un profesional médico con más experiencia, por esa razón, cerca de la medianoche llegó el Dr. José Ribes, que se encontraba confinado en una estancia de la familia Benegas, ya que se lo consideraba pro realista. El propio San Martín, alabó su predisposición (1) Al día siguiente, llegó el cirujano del ejército Dr. Manuel Rodríguez y Sarmiento, atendiendo a los heridos de mayo gravedad. El día 10 llegaba, enviado por el gobierno de Buenos Aires, el Dr. Francisco Cosme Argerich, quien tuvo la ingrata tarea de amputar la pierna, ya muy infectada, del capitán Bermúdez, para poder salvarle la vida (2).

En las notas oficiales y partes que el general San Martín envío al gobierno después de la batalla, consta que el día 4 de febrero mantiene una entrevista con el Comandante Antonio de Zabala, jefe de las fuerza realistas. Le propone reunirse para canjear al único prisionero argentino, el oficial Manuel Díaz Vélez, quien en su arremetida a caballo había sido herido y caído a las barrancas, donde lo habían hecho prisionero (3). Esta entrevista fue realizada por el deseo de ambos jefes de entablar conversaciones, pero sin haber acordado nada. La buena voluntad de ambos los llevó a que el 4 de febrero por la mañana, Zabala llegue al convento a retirar los alimentos solicitados para su tropa. Requiere estrechar la mano del oficial al mando sorprendido por lo aguerrido de las tropas que lo habían enfrentado. En la antesala del convento se encuentran. Allí el grupo de oficiales granaderos lo saludan en señal de respeto, sorprendiéndose el jefe español del porte de la oficialidad y su consideración. El almuerzo que se proveyó era un guiso con garbanzos, morcilla, carne y papas, regado por un buen vino que proveyó el convento.

A la sobremesa, ambos oficiales con la cortesía de soldados profesionales, charlaron sobre diversos temas. En la península, tenían amigos en común y compañeros de armas. Zabala le hizo referencia a San Martín que había combatido durante las invasiones inglesas bajo las órdenes de Liniers.

Confesiones aparte, el oficial español relató que su misión era aprovechar la noche, incursionar por el río burlando la vigilancia establecida en Punta Gorda y llegar a impedir el comercio que se registraba entre Santa fe y Paraguay. El desembarco en San Lorenzo, el día anterior al combate, había servido para encontrar alimento, pero la resistencia del Comandante Celedonio Escalada (4) lo había sorprendido, pensando que el convento escondía algo: de allí el desembarco con su tropas el día 3. No escapó a la charla el desarrollo del proceso revolucionario que se estaba llevando a cabo.

Después de una siesta por el calor reinante, al encontrarse nuevamente, San Martín ya tenía redactado el canje de prisioneros, aceptado sin objeción alguna. A la despedida, el jefe realista le confió a San Martín que se sentiría complacido servir bajo sus órdenes y vestir su uniforme. Los prisioneros españoles fueron entregados y escoltados tal como se había acordado. Tres de ellos en muy mal estado fueron llevados en carreta hasta el borde de la barranca, donde fue recogido Díaz Vélez.

El día 5 de febrero, los barcos realistas comienzan a alejarse de San Lorenzo rumbo al sur. Una tropa de granaderos observa las maniobras desde lo alto de las barrancas, continuando su vigilancia por varios kilómetros, para cerciorarse de su retirada definitiva.

Al tiempo, licenciado del ejército español, Zabala se presentó en la comandancia en Mendoza, en los primeros tiempos de la organización del Ejército de los Andes en 1815, diciéndole a San Martín que deseaba cumplir su palabra, solicitando un puesto en el Regimiento de Granaderos.

Para nuestro prócer, contar con un buen jefe de artillería hubiera sido de gran ayuda, pero no podía pelear contra la intriga de los mendocinos pros realistas que lo descalificarían por esa decisión. Le concedió una pensión, cultivando una gran amistad que duró muchos años, incluso en varias oportunidades solicitándolo como asesor.

El Convento de San Carlos Borromeo conserva los restos mortales de los combatientes muertos, en una urna, con el escudo nacional. En el Museo Histórico sobre el combate, se exhibe la celda ocupada por el General San Martín. En el exterior y frente a él, se encuentra el Monumento conmemorativo del combate, en el Campo de la Gloria.

Conclusiones

Ha quedado demostrado que el combate de San Lorenzo, tuvo la particularidad de lograr varios objetivos que consolidaron el accionar patriota;

  • Eliminó la amenaza que tenía la comunicación entre Buenos Aires y Entre Ríos.
  • Cerró las posibilidades a la ciudad de Montevideo, en manos realistas, de suministrarse víveres. Hecho que sumado a otras perspectivas, logró la rendición de la plaza en 1814.
  • Brindó seguridad al litoral de los ríos Uruguay y Paraná.
  • Mantuvo el comercio con Paraguay, ahogando otro intento de desembarco en Zárate en 1813, siendo rechazado por los granaderos al mando del joven alférez Ángel Pacheco.
  • Consolidó el liderazgo de san Martín, al cual todavía se lo veía con sospechas por su carrera militar en España.
  • El bautismo de fuego del cuerpo de Granaderos que luego se convertiría en Regimiento, permitió adquirir seguridad en su accionar, liderado por su Jefe, gran estratega. 

Las acciones llevadas a cabo por San Martín presentan una serie de actitudes que deben ser consideradas a la luz de los acontecimientos de la época: presenta en sociedad a un Escuadrón probado en batalla, (hubo muertos y heridos de combate), dando prestigio a su futuro Regimiento; recorre 420 kilómetros en cinco día y en pleno verano, hazaña indiscutible; al mismo tiempo toma decisiones tácticas sobre el momento del ataque que llevan a su cuadro de oficiales y soldados preparados y disciplinados, a su primer prueba de fuego y valor en combate, con tan solo once meses de preparación. Tal es así que privados en un momento de sus tres jefes principales, las dos compañías siguen batallando en orden, sin desesperarse, hasta que San Martín toma de nuevo el mando.

Si bien el desarrollo del combate se libró en casi dos horas, la acción más importante sólo duró quince minutos, una muy corta duración, demostrando la virulencia del combate.

Realmente se puede afirmar como lo hizo el General Paz, que en San Lorenzo nace la caballería argentina. Las tres cargas de los granaderos sellan el concepto de su jefe, el empuje; el empuje fue el éxito.

Referencias

  • Por su acción meritoria junto al Dr. Argerich, fue dejado sin efecto su confinamiento, regresando a su casa en San Nicolás.
  • Aquejado por la fiebre, depresivo y culpándose por la entrada tarde al combate al no haber cumplido las ordenes recibidas, el oficial Justo Germán Bermúdez se sacó el torniquete aplicado, dejándose morir. Fue enterrado el día 14 en el cementerio del convento y despedido como un valiente oficial merecedor de ser reconocido por el Regimiento de Granaderos.
  • Trasladado a Buenos Aires, Díaz Vélez jamás se repuso de sus lesiones, falleciendo el 20 de mayo, siendo el 16° granadero muerto en combate. Había recibido tres heridas al desbarrancarse: una de bala en la cabeza y dos de arma blanca (bayonetas) en el cuerpo.
  • Los milicianos de Escalada, a su mando, tuvieron un distinguido desempeño antes, durante el combate y en forma posterior.

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