ESPECIAL DE ROCK: MAXIMILIANO CURCIO PRESENTA LA SAGA DE LIBROS «ROCK DE MI VIDA»

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ROCK DE MI VIDA: CRÓNICAS MELÓMANAS DEL ROCK NACIONAL E INTERNACIONAL, de Maximiliano Curcio y editado por Editorial Vuelta a Casa, es una publicación en dos volúmenes que compendia una cronología de textos que reflejan la mirada profesional y personal del autor sobre el mundo de la música, intentando trazar el vínculo de amor indisoluble que lo une al rock, a lo largo de su desempeño como comunicador, escribiendo acerca de momentos fundamentales de la historia y el presente del género. A lo largo de estas páginas, se plasman, con pasión y un profundo espíritu de revisión, el lugar que ocupan, no solo en su anecdotario personal, sino en la historia del género, una estirpe de artistas, bandas, álbumes y canciones imprescindibles.

El rock expande sus fronteras y goza de excelente salud. Convive con nuevos géneros, soporta el decaimiento del formato físico. Trama vínculos con el cine y la literatura. Se convierte en una forma de vivir y estar en el mundo. Rompe paradigmas, desafía leyes establecidas. Siempre inconformista, será incorrección política y jamás sucumbirá a los dictámenes de un poder de turno. Es preferible cuestionar lo imperante. Pensemos en la polémica ocurrida con Bob Dylan, acerca de su obtención del Premio Nobel de Literatura. Un premio máximo en las artes escritas que en absoluto mensura la suerte de una trayectoria. Por diversos motivos ideológicos, nuestro amados Borges jamás pudo obtenerlo y nadie más merecido que él. Pero Dylan es un iconoclasta que aunó la canción de autor al espíritu del rock y a la métrica del folk. Un valiente que se pronunció en tiempos turbulentos de Norteamérica, tan apremiantes o más que ahora (pensemos en las revueltas sociales, la persecución comunista, las luchas por la igualdad racial). Y sus letras son poesías que exigen un cambio. Y la literatura, llevada al lenguaje musical, no es más ni menos que vuelo y ejercicio literario de sumo valor. Con sus sonetos, epístolas y poemas editados, alguien discutiría que Joaquín Sabina no merece también ser acreedor del premio máximo? Aún escandalizando a los férreos ejércitos de la moral, aún conmoviendo los cimientos éticos, tan anquilosados y conservadores de ciertos sectores institucionalizados. La ecuación no escapa al cine. Grandes directores (como Alfred Hitchcock o Federico Fellini, entre muchos otros) jamás ganaron un Premio Oscar. Inconcebible. Desacralicemos el canon, desafiemos los estamentos tradicionales, busquemos una apertura mental que nos ayude a comprender en total magnitud estas obras que son objetos culturales para comprender al hombre de su tiempo, más allá del género o lenguaje que practiquen.

Maximiliano Curcio/Autor, conversatorio online con Carlos Avalle «Rock, cultura y escritura»

¿Cómo surge la idea de escribir estos libros? ¿Fue una necesidad?

Siempre se escribe desde la necesidad, desde la pulsión incontenible, desde el deseo de transmitir una mirada estética o poética sobre aquello que te conmueve, sorteando las tormentas creativas en la que nos sume el oficio. Aquello que toca tu fibra interior, aquello que anhelás transformar desde tu mirada, se convierte en el próximo Moby Dick a conquistar. La idea primaria de estos libros surgió a comienzos del año pasado, mientras me encontraba finalizando la etapa de escritura de la Serie Rockeros. Comencé a añorar y querer hacer realidad ese proyecto. Sentí que existía otra parte de mi vínculo emotivo y profesional con la música que debía cobrar identidad en estos libros. El título “Rock de mi Vida” no pudo haber sido más autorreferencial y dice mucho acerca de mi vínculo con la música. Te diría que su elección fue un dictado del alma.

Puedo enfrascarme en un proyecto artístico, romper mi propia zona de confort y apostarlo a todo. La opinión del lector o la venta de ejemplares no son factores que me condiciones a la hora de crea, jamás el mercado dictamina mis rumbos. Sabemos, desde el territorio de la escritura independiente y desde la comunicación gestada a partir de la absoluta autogestión, los desafíos que representa llegar al gran público. Inmersos en tiempos de consumición masiva y de redes sociales dominando el paradigma, el desafío se torna doblemente dificultoso. El camino radica en buscar ese interés en un lector ávido (no toda generación está perdida, afortunadamente Buenos Aires es un gran laboratorio cultural) por descubrir nuevas miradas. En lo personal, tan subjetivo es mi abordaje a la historia del rock como tantas otras válidas perspectivas existen y están por allí esperando ser descubiertas, también puestas a debate. Y creo que las nuevas generaciones millennials llevan consigo esa avidez y ese deseo de mostrarse al mundo, también de resignificar bajo su mirada a grandes glorias de nuestro pasado musicales. Y ocurren fenómenos dignos de mencionarse al respecto.

Maximiliano Curcio/Autor, conversatorio online con Carlos Avalle «Rock, cultura y escritura»

2-      ¿En qué te basaste para seleccionar sobre lo que ibas a escribir?

A medida que me encontraba finalizando el proceso de recopilación y reescritura de textos para conformar la citada Serie Rockeros, me encontré con cuantioso material que fue descartado -al no cumplir con el canon conceptual de dicha serie- y encontré allí miradas muy valiosas, que tenían que ver con mi tránsito en el periodismo musical y mi ligazón emocional con muchas bandas y artistas que conforman la banda sonora de mi vida. Así es como se fue allanando el camino para que esos textos pudieran ser justamente revisionados y valorados bajo un proyecto diferente. Sentí la imperiosa necesidad de sacar ese material a la luz y de actualizarlo al presente. Junto con la Editorial Vuelta a Casa, convenimos en que la mejor decisión era otorgar a estos libros una impronta de saga en dos volúmenes. En la presente Edición, hay mucho material inédito que fue escrito especialmente durante el último año, para darle a mi mirada sobre el rock no solo un abordaje retrospectivo, sino un fuerte testamento presente. También se amplía material ya publicado en la Serie Rockeros. Son libros voluminosos, orillan las trescientas páginas cada uno de ellos.



3-      ¿Es sobre rock argentino e internacional?

Sí, está dividido en dos volúmenes que vertebran, individualmente, la historia del rock anglosajón y argentino, desde los años ’50 hasta nuestros días. Conceptualmente, ambos se espejan, a través de ensayos que capturan momentos claves y absolutamente subjetivos en su elección. Un puñado de bandas, músicos, canciones, álbumes, shows. Todos inolvidables, necesarios, trascendentales. Es un recorrido cronológico, marcado por décadas o etapas claves, a través de la historia del género en inglés y sus derivados desde el blues, luego en su apropiación a nuestro idioma y el recorrido particular del rock argentino como género popular. Es un mapa musical de mis influencias, una posible radiografía del rock como un género musical que dinamitó sus fronteras y se convirtió en un fenómeno impostergable para comprender el siglo XX, en su tesitura política y social.

El rock tiene que ver con una expresión necesaria y entiende de razones que no obedecen a la pura razón. Su espíritu es contestatario, liberador, contracorriente, marca su esencia y explica fenómenos sociales del siglo XX del que ha sido testigo. Despojado de antagonismos que lo enfrenten a la electrónica, al punk, al metal…buscamos un rock con cultura histórica y compromiso ideológico, lejos de toda bandera y pertenencia política, que sepa sintetizar su espíritu e identidad, resignificándose ante los ojos de las nuevas generaciones. El retorno de la democracia, en Argentina, facilita una nueva libertad y posibilita una nueva forma de expresión, como vehículo a la intención de ganar el mundo. El rock nacional adopta la información y las influencias que nos inundan desde la vertiente anglosajona. La sonoridad de bandas emblemas como The Police, Talking Head y The Cure. Esto genera una nueva forma de tocar, evidentes en bandas como Virus, Los Abuelos de la Nada y Sumo. Esa suma de géneros (la frescura del new wave, punk rock, reggae) y que se evidencia en la síntesis de influencias. Tristemente, estas tres bandas que menciono marcaron un período oscuro de nuestro rock, entre 1987 y 1988. La pérdida de sus tres líderes, en el término de un año, -Federico (una sutil y romántica inteligente figura), Luca (un trotamundos, enfant terrible y frontman sin igual) y Miguel (un histrión e incontenible bailarín, un poeta bendito, un disidente)- sumó a nuestro género en un período lúgubre. Perdimos tres seres impares, carismáticos, angelados. Este auge del rock en los ’80 nos habla de un rock en transformación, que no teme abrevar en otro géneros ni buscar nuevos horizontes.

Maximiliano Curcio/Autor, conversatorio online con Carlos Avalle «Rock, cultura y escritura»


4-      ¿Qué tipo de contenido encontraremos?

Aquí encontrarán crónicas de shows en primera persona, ensayos que intentan explicar el nacimiento y la proliferación del rock, también efemérides históricas. Se incluyen semblanzas biográficas de grandes artistas y bandas, ejercicios poéticos sobre determinadas obras, en análisis de discos y canciones que han sobrevivido al paso del tiempo y son monumentos para comprender de que hablamos cuando hablamos de rock. Por supuesto, vínculos del rock con otras artes, como el cine (bandas sonoras imprescindibles) y la literatura (los libros sobre rock son toda una entidad), como prueba de que la intertextualidad nutre al rock de principio a fin. Y todo ello, acompañado de cuantioso material fotográfico y un exhaustivo detalle técnico sobre variada discografía. Lo complejo de este entramado implica la artesanía y el perfeccionismo que demandó su trabajo de edición, a lo largo del último año calendario.


5-      ¿Son libros escritos para lectores fuera de Argentina, también?

Absolutamente sí. De hecho, el volumen de crónicas melómanas del rock internacional, como te comentaba, aborda parte de la historia desde la óptica norteamericana, británica y española. Fueron escritos y pensados para todo melómano amante del rock y que entienda al género como una forma de vida, sin banderas ideológicas ni nacionalismos que restringan ningún tipo de juicio estético. Si rastreamos sus raíces, en el género compuesto, tocado y cantado en lengua inglesa, imposible resulta no maravillarnos con fenómenos como The Rolling Stones o The Beatles, por mencionarte dos emblemas cabales. Más global que eso, imposible. El rock no tiene barreras, no conoce de límites idiomáticos ni de idiosincrasias geográficas. Es parte de la religión. De hecho, y haciendo hincapié en los lectores fuera de Argentina, vale comentarte que varias de las figuras tratadas en el volumen de rock nacional son emblemas de la música a nivel mundial. La música es un lenguaje universal, es un alimento espiritual, es una oración tribal. De manera que ambos libros están pensados para todo aquel que pueda resonar en la naturaleza del rock como una necesaria forma de disidencia.

Básicamente, la segunda generación de nuestro rock -encabezada por Fito, Gustavo y Andrés, surgiendo hacia la primavera alfonsinista- se pronuncia, en su vanguardismo y divergencia en contra de la censura apremiante, legándonos músicas maravillosas. Toman la voz de mando legada por la gloriosa primera generación, una estirpe que, con valentía y desparpajo, se pronunció en tiempos delicados en cuanto a lo social y político, en donde estaban cercenadas nuestras libertades. El rock sincroniza el discurso como vehículo social, como poderoso elemento transformador para hacer de su imagen contestataria un manifiesto congruente a la hora de comunicar a través de líricas más o menos alegóricas, aquello sobre lo que era meritorio pronunciarse. Es ese grito primal y astuto que evade al conservador escuadrón de la moral, es esa voz de disidencia, esa necesidad de tomar el mando y convertirse en la válvula de escape para pueblos oprimidos. Pensemos en el mensaje transformador del rock, llevado a su forma de cantar, componer y contar, excediendo el canon del género musical para convertirse en un instrumento social. Esa mirada es la que intenta transmitir el reciente documental de Netflix, el polémico y cuestionado «Rompan Todo», haciendo analogía con distintas coordenadas geográficas y sociales de países hermanos latinos que han utilizado el rock como válvula de escape de protesta para protestar contra la censura imperante. El rock sigue siendo esa bocanada de libertad y disidencia. Desde Woodstock ’69 como auge del hippismo. Desde Bob Dylan alzando la voz contra las injusticias sociales y políticas acometidas en los convulsos años ’60. Porque no Springsteen, como esa brújula que se posiciona contra la industria americana y todo lo que sus valores avalan en lo referente al negocio discográfico.

Maximiliano Curcio/Autor, conversatorio online con Carlos Avalle «Rock, cultura y escritura»


6-      ¿Cuán difícil es escribir sobre música, algo que se transmite de forma totalmente diferente?

Como toda forma de arte que analicemos, llevar la escritura al territorio crítico y analítico implica una serie de riesgos, pérdidas y ganancias. Decodificar en lenguaje musical, hacer de él un recorte teórico, sintetizar influencias, deconstruir el sentido de ritmos, tímbricas y poéticas, lleva consigo una gran dificultad. A fin de cuenta, como consumidores y creadores de cultura, lo que hacemos es tamizar una expresión artística bajo nuestra propia mirada, indudablemente imbricada a nuestras experiencias personales. Así resuenan dichas músicas, e intentamos perpetuar ese eco en cada lector, despertar nuevas subjetividades. En lo personal, intento revelar la esencia de aquellas canciones y discos, desnudar el gen de aquellos artistas y bandas, que me fueron revelados en mi juventud. Primero como melómano empedernido, luego como periodista musical. Allí la labor de escritor se asemeja a la de un prisma: refractamos, reflejamos y descomponemos aquel mágico descubrimiento. Escribimos sobre aquellos rockstars que alguna vez soñamos ser. En estas páginas hay solo gratitud eterna hacia mis grandes héroes.


7-      ¿No está siendo tarde para escribir sobre rock? ¿O lo que buscás es redimensionarlo y volverlo a su sitial de privilegio dentro de la cultura?

Sendos libros están prologados por tres excelsas plumas. Amistades y colegas del medio, entendidos en la temática: María Nieves Gorosito, Carlos Avalle y Juan Carlos Diez. Ellos grafican este apartado mejor que yo. Hablar de rock es más pertinente que nunca. No creo que todavía sea tarde para escribir sobre rock, menos aún que mi tarea sea la de redimensionarlo. El rock sabe acomodarse al vertiginoso transcurrir del tiempo y salir ileso. Se reinventa, renace y se redescubre a los ojos de las nuevas generaciones. Lógicamente, como todo escritor, tengo la responsabilidad y el honor de colocar, bajo mi mirada y mi escritura, cierta mirada que dimensione la importancia de estas bandas y artistas que forman parte de nuestro olimpo musical. El rock goza de excelente salud y, si bien la industria discográfica ha cambiado ostensiblemente, creo que las formas establecidas por el rock están tan arraigadas en la cultura como su iconografía estampada en el alma, el corazón y las remeras de miles de fans que siguen vibrando en los conciertos de sus bandas favoritas, o en la escucha íntima de líricas y melodías que no perecerán y que son el testamento vivo de su legado. El rock acompañó la transformación del hombre de su tiempo, como toda forma de arte fundamental para entender el porqué de ciertos procesos y dinámicas culturales que lo tuvieron como exclusivo protagonista.

«Rock de Mi Vida» es un testamento melómano de aquellas bandas que me maravillaron por siempre, también una gran labor de investigación desde el periodismo musical. Allí se revisan artistas como buceadores de sonoridades, grandes bandas como inagotable fuente en inclaudicable búsqueda de la inmortalidad musical. Sumergirnos poéticamente en el lenguaje musical nos lleva a buscar nuevos acordes y texturas que se nos revelen como preciados tesoros. Se reseñan discos como catedrales de sonidos, canciones como hábiles alegorías en tiempos donde nuestras libertades individuales no estaban garantizadas. En su arquitectura sonora, el rock confluye la atemporalidad de grandes maestros de la metáfora que supieron eludir la censura de turno. También nos preguntamos que condiciones y valores debe poseer una canción para volverse atemporal al paso de las generaciones y hoy sonar igualmente actuales, presentes. En el prólogo de ambos libros dedico esta creación a mis héroes del rock; e igualmente importante resulta rescatar del olvido a nuestros monumentos. Honrarlos. Emblemas sin los cuales hoy no estaríamos aquí y quienes nos contaron el pulso de un tiempo. No seríamos nada sin García, Spinetta o Solari. Tampoco sin Gustavo, Fito o Andrés. Les debemos todo. Debemos cuidarlos y recordarlos siempre. Enseñarle a las nuevas generaciones el valor cultural de estas canciones atemporales que poseen su esencia de eternidad. Explorar nuevos talentos, pero reconocernos en el faro de estos monumentos seculares, héroes del rock que tomaron la voz de mando para despabilarnos en tiempos aciagos, siendo inclusive reconocidos (en su presente actividad musical en la triste ausencia física) por las nuevas generaciones. Como una obra se puede resignificar en el tiempo y como cierto cuerpo de trabajo musical dialogar a lo largo de las décadas, nos habla de lo maravilloso del acto creativo y el nulo control que tenemos sobre aquellas gemas que perduran.

Maximiliano Curcio/Autor, conversatorio online con Carlos Avalle «Rock, cultura y escritura»

Hablamos de vanguardismo y hablamos de los raros peinados nuevos cantados por Charly, otro vanguardista que nos trajo las polirrítimas en los ’80, como absoluto experimento sonoro…Charly venía de una etapa sumamente revolucionaria en La Máquina, luego llevándolo a terrenos aún más desafiantes en Serú Girán. Ni que hablar si mencionamos la fusión de jazz rock de Spinetta y sus incursiones en sus Bandas Eternas de los ’70, con un hondo calado conceptual en cada disco. Si hablamos del rock anglosajón, forma y contenido siempre traman lazos en nuestro amado rock and roll. Desde las óperas rock de The Who hasta los rockumentales de bandas como Metallica, Ramones o Queen, que nos muestran un fenómeno de profundo arraigo en nuestro suelo. Lejos de toda antinomia, que en tiempos de dictadura intentó enfrentar al rock de aquí con el rock de allá, la estética, vestuario y maquillaje de Soda se espeja con The Cure mucho más allá del mero afán publicitario, una banda tras cuya apariencia visual se vislumbran inquietudes poéticas profundas. Un fenómeno que Soda excede, bebiendo de otros influjos como The Police o Depeche Mode. Esta apertura mental responde las restricciones dictatoriales que nos habían subyugado durante más de una década. Dicotomías aparte que buscaban demonizar el rock angloparlante, prohibiendo la escucha aquí de discos emblemáticos e igualmente comprometidos con su tiempo, como «The Wall» (1979) y los totalitarismos, luego llevado a la gran pantalla por Alan Parker. Vivimos, en aquellos años, tiempos donde renombrados artistas partían hacia el exilio, sumidos en la censura, en la postergación. Pagando el precio de cierta inclinación ideológica que cercenó la validación de cierto sector de la crítica y la industria. Y nuestro rock surgió bajo un panorama de libertad aciago, Un tiempo plagado de censuras, de cercenamiento de las libertades expresivas.

Maximiliano Curcio/Autor, conversatorio online con Carlos Avalle «Rock, cultura y escritura»


8-      ¿Cuál te parece que es la función del rock hoy a nivel social?

Desde sus comienzos hasta hoy, existe algo que se ha mantenido invariable. El rock llegó para despertarnos de un letargo, para romper normas y reglas establecidas, para posicionarse, en su divergente terreno de resistencia, en contra de todo aquello que nos oprime, suprime y segrega. El rock es y será rebeldía, naufragio y salto sin red, rabia en estado salvaje y mensaje social urgente. Primero fue un fenómeno de culto que bailamos de modo incesante, luego acompañó la desfachatez una juventud que se despabilaba al amanecer del hipismo y el flower power bajo el lema de “sexo, drogas y rock & roll”…Pero la verdadera revolución llegó cuando el rock se convenció de que, más allá de estar de moda, podía convertirse en un instrumento transformador que identificó su lucha al sentir popular. Eso le dio un poder grandioso: el rock pervive como brújula y motor de cambio permanente.

ROCK DE MI VIDA: CRÓNICAS MELÓMANAS DEL ROCK NACIONAL E INTERNACIONAL, editado en formato papel y digital por Editorial Vuelta a Casa, contiene reseñas retrospectivas de discos, recitales, películas y bandas sonoras que, de una forma u otra, han influenciado al autor, prefigurando una suerte de radiografía de un melómano empedernido. Sendos volúmenes se conciben desde la construcción emocional hecha de fragmentos de poesía musical que conforman este gran mosaico de líricas y melodías. Maximiliano Curcio busca, a través de la escritura, tender un puente por medio del cual cada amante del rock pueda descubrir nuevos sentidos que lo maravillen, inspiren y conmuevan.

Como escritores, renovamos la escritura desde la búsqueda permanente de aquello que nunca encontraremos, quizás. El aprendizaje permanente y los tránsitos por los cuales nos llevan los caminos de la creación y la escritura nos presenta un amplio territorio de conquista y superación. El tiempo y la condición solitaria de abstracción para creer, porta la vital necesidad de llevar al papel nuevas ideas y proyectos. Trabajamos con énfasis, día y noche, sin pausas ni descansos. En mi caso, es el tercer proyecto consecutivo junto a Editorial Vuelta a Casa, y ya contamos con material próximo a ser editado (un libro de crítica de arte a modo de extenso ensayo creativo e inspirador de mi autoría, «Sentidos Revelados», más otro ejemplar acerca de un estudio crítico sobre el lenguaje del cine titulado 100 Grandes Directores») que nos llevará por aventuras tan delirantes como atractivas. De esa pasión nos retroalimentamos. La labor editorial es extremadamente ardua y detallista. No hay momento para cuestionarnos, solo subirnos a la ola creativa: sabemos que hacer cultura y educación en nuestro país implica partir desde un lugar de suma fragilidad y cierta idea de descartar lo prescindible. Sabemos que la educación también es un valor injustamente valorado. Jugamos el juego con dichas variables, siempre un obstáculo a sorterar. Bajo la tesitura que nos movemos, no me sorprende la idea que generalmente se instala. Si la falta de aceptación de tal paradigma fue virando hacia una necesidad de encontrar la forma de crear y llegar bajo tu propia gestión, sin jamás rescindir los conceptos estéticos e intelectuales que guiarán tu proyecto, tal batalla a librar me parece más que loable.

Maximiliano Curcio/Autor, conversatorio online con Carlos Avalle «Rock, cultura y escritura»

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