HISTORIAS CASI OLVIDADAS: Hipólito Bouchard y “La Argentina”. Por Carlos Pérez de Villarreal

Cada Nación tiene su historia. Y cada historia tiene sus personajes, bravos, solapados, ingeniosos, pero sobre todo honestos con su sentir, patriotas.

Nosotros, los argentinos, también tenemos los nuestros, de los que la historia no pocas veces cuenta. Aquí narramos parte de la epopeya de uno de ellos.


Hipólito Bouchard zarpó de Buenos Aires el 9 de julio de 1817 al mando de la fragata «La Argentina», rebautismo del navío «Consecuencia» que él mismo había capturado poco antes a los realistas en el Pacífico. El periplo fue largo: Madagascar, India, Océano Índico, Filipinas, Borneo, Java, Macasar, las islas Célebes, el archipiélago de la Sonda, siempre con la bandera argentina al tope. En Macasar venció a cinco navíos malayos y luego, durante dos meses, bloqueó la ciudad filipina de Luzón, centro del poder español en el Mar de la China. Hundió dieciséis barcos, abordó otros die­ciséis y apresó a cuatrocientos realistas.

La fama del corsario argentino se expandió velozmente inspirando el terror con sólo pronunciarse su nombre. En ruta a Oceanía se detuvo en Hawaii, donde poco antes el rey Kamehameha se había apropiado ilegalmente de un barco argentino. Se trataba del «Chacabuco», ex navío norteamericano originalmente bautizado «Liberty», que estaba en poder del monarca por haberse sublevado su tripulación. Bouchard habló con el rey, rescató la nave mediante una indemnización y obtuvo la devolución del cabecilla, que fue juzgado y ejecutado en forma sumaria. El comandante argentino también firmó un tratado de unión, amistad y comercio con el soberano isleño y logró que Hawaii reconociera la independencia nacional, siendo el primer estado que lo hizo. Finalmente Bouchard volvió a hacerse a la mar y el 22 de noviembre de 1818 la aguerrida flotilla argentina fondeó en la bahía de Monterrey, California, entonces posesión española.

Bouchard, sobre «La Argentina», y su subordinado Peter Corney al mando de la reconquistada «Chacabuco», con una desusada tripulación de criollos y polinesios, sitiaron la ciudad enemiga. Las baterías realistas cañonearon a las naves patriotas, que respondieron el fuego implacablemente y lograron desem­barcar sus tropas de ataque. Al día siguiente se produjo la rendición de la plaza. El diario de Bouchard cuenta que un cobrizo guerrero hawaiano fue quien arrió la bandera española e izó la celeste y blanca. La ocupación de la Alta California por parte de la Armada argentina se prolongó por seis días, tiempo que duró el saqueo y la reparación de las naves. El mortífero raid continuó por las colonias centroameri­canas, poniendo en jaque a las armas del soberano hispánico y apoderándose de los fuertes de San Juan, Acapulco, San Blas, Sonsonate y Santa Bárbara. Cabe resaltar un combate feroz frente a la costa nicaragüense, de resultas del cual una flotilla realista fue desmembrada totalmente por los argenti­nos.

Es éste el motivo por el cual muchas banderas de las actuales naciones de Centroamérica tienen ostensiblemente la nuestra como base, pues significó para quienes lucharon por sus respectivas independencias, gracias a Hipólito Bouchard, un símbolo altivo de lucha contra el opresor colo­nial.
Este bravo marino nació el 15 de enero de 1780 en la localidad de Bormes, cercana a Saint Tropez (Francia) y desde muy joven anduvo embarcado en buques pesqueros y mercantes, iniciándose así en la dura vida del mar. Llegó a Buenos Aires en el año 1809, y al producirse la Revolución de Mayo, se inclinó decididamente por su causa. El gobierno patrio logra conformar una pequeña escuadrilla integrada por tres naves, que es puesta a las órdenes de Azopardo. El cargo de segundo comandante de esa fuerza fue asignado a Hipólito Bouchard y el 2 de marzo de 1811 en San Nicolás de los Arroyos tienen su bautismo de fuego, al enfrentarse con las naves que comandaba el Capitán de Navío Jacinto de Romarate. A pesar del valor y coraje de los patriotas, estos sufren una derrota a manos de los españoles. Luego de la acción de San Nicolás, Bouchard tuvo una destacadísima actuación enfrentando a las naves españolas que bloqueaban Buenos Aires y al mando de la sumaca «Santo Domingo» las combatió frente a la ciudad en dos encuentros que tuvieron lugar en los meses de julio y agosto de 1811.

El 3 de febrero de 1813 el Regimiento de Granaderos a Caballo al mando del Libertador tiene su glorioso bautismo de fuego y Bouchard es uno de los oficiales que toma parte del combate, en el cual, como es su costumbre, tiene importante actuación.  En el parte que San Martín cursa al gobierno, dice textualmente: «… y una bandera que pongo en manos de V.E. y que arrancó con la vida del abanderado el oficial don Hipólito Bouchard».
En 1815, se inaugura para Bouchard una etapa de las más brillantes de su vida; la campaña de corso que emprendería con el Almirante Brown por las costas del Pacífico y, tras ella el periplo de la fragata «La Argentina». El gobierno de la Patria con el fin de entorpecer el comercio marítimo español y reducir su poder naval en el Pacífico, dispuso realizar una campaña de corso a cargo del Brown, con la fragata «Hércules» y el bergantín «Santísima Trinidad» acompañado de la corbeta «Halcón» que fue puesta a las órdenes de Bouchard. En octubre de 1815 zarparon rumbo a las costas chilenas y apresaron fragatas españolas, luego bloquearon y atacaron el puerto del El Callao, que era la plaza más poderosa que España tenía en América. En aguas ecuatorianas atacaron fortificaciones cercanas a Guayaquil.

Puede afirmarse que la campaña de corso 1815/1816 preparó el camino de la expedición libertadora realizada por el general San Martín. Navegando a lo largo de las costas americanas en el Pacífico, arribaron a Valparaíso (Chile), el 12 de julio de 1819, dando por finalizado el viaje que les permitió circundar el orbe (primera nave argentina que realizó este hecho).

Dos años duró el crucero de corso de la fragata «La Argentina» y durante su transcurso el Capitán Bouchard y su tripulación sostuvieron trece acciones navales importantes, capturaron o destruyeron veintiséis buques y sometieron a registro cuatro barcos negreros, dos naves inglesas y una de los Estados Unidos. Posteriormente Bouchard tomó parte de la Expedición Libertadora de San Martín al Perú y cuando el Libertador creó la escuadra peruana dio a Bouchard el mando de la fragata «Puebla» que era el buque más importante de la nueva escuadra.

Retirado del servicio activo se radicó en Perú fundando un gran ingenio azucarero.

Una noche, Adelfo Bernales, un joven afronazqueño, cansado de la dureza con que los trataba Bouchard, enfrentó al viejo corsario, acompañado por otros. Gritos, resuello, violencia. Alguna maldición. Toda pelea se parece pues está en juego la vida. Un golpe, otro. Los hombres no sabían que mataban una leyenda. De esa noche solo se ha recuperado un acta de defunción donde el padre Isidro Cáceres registra «…di sepultura con cruz alta en la bóveda de San Francisco Xavier al cuerpo difunto de Bouchard…».

Cáceres afirma que Bouchard no dejó testamento ni recibió sacramento alguno dado lo súbito de su asesinato. La espada del corsario no figuró en el inventario de bienes que años después fue entregado a su familia. Es posible que la empuñara cuando entrevió que Bernales venía por él; es probable también que alguien se la apropiara al escapar y aun esté en el desierto. Como ocurre con todos los hombres, en un instante Bouchard se desvaneció de la historia. La muerte sucedió el cuatro de enero de 1837.

Sus restos estuvieron perdidos, pero en 1962, fueron hallados en una cripta de la Iglesia de San Javier de Nasca (Nazca, Perú), y repatriados a Buenos Aires. Yacen en el panteón viejo de la Armada, en el cementerio de la Chacarita. Acaso, como todos los marinos, hubiera preferido el fondo del mar. Entre rocas, peces, maderas de naufragios…y envuelto en una bandera celeste y blanca.

Bibliografía


Pacho O’Donnell. El águila guerrera. Editorial Sudamericana. 1998
Argentina.gob.ar. Capitán de Navío Hipólito Bouchard

Biografías y Vidas. Hipólito Bouchard

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