RESEÑA DE LIBROS: «ENTENDER EL ARTE», de Dana Arnold. Por MAXIMILIANO CURCIO

El arte se oculta a menudo detrás de una jerga alienante y sin sentido que lo aleja de nuestras realidades e inquietudes. En este breve texto, Dana Arnold supera los enfoques tradicionales de las introducciones al arte para partir de las motivaciones más esenciales del artista, con las que, como seres humanos, podemos sentirnos totalmente identificados. Compañero ideal para iniciarse en la comprensión del arte, este libro logra invertir nuestra mirada y nos reformula este universo desde un nuevo enfoque, accesible y estimulante.

EL SEXTO ELEMENTO

Cada acto artístico posee una decodificación abierta, acaso su resultante es una llave para que el espectador imagine posibles significados. Sin embargo, ¿cómo se educa al público consumidor de cultura? El arte es una energía poderosa, que brilla y resuena en aquel que lo contempla. Se ubica en el corazón de cada ser sensible y es concebido como una expresión para filosofar sobre los orígenes y sentidos de la creación artística y, también, del descubrimiento personal. El artista se comunica a través de su obra, con un espectador o consumidor modelo, quien bajo circunstancias personales completará un sentido (dentro de tantos posibles), auto descubriéndose a través de semejante tarea. Por ello, el rol que todo receptor de arte ocupe, en ese imaginario trayecto, resulta vital.

Dana Arnold, una historiadora del arte y académica británica, especializada en historia de la arquitectura, realiza un magnífico trabajo ensayístico que nos concientiza positivamente: el trabajo que el artista produce toma una autonomía propia, una vez puesto en el ojo ajeno. Tal riesgo se juega cuando ésta se valida ante el juicio del público, invadiendo el terreno de la total incertidumbre. Variables tan eminentes como miradas, materiales, sexo, poder, mente y devoción abren una imagen significada que arroja al espectador los posibles sentidos de un mundo desconocido. Según la mirada de la historiadora, cada artista pone a disposición símbolos para que todo interlocutor interprete, despertando y estimulando su propia sensibilidad. Que estos disparadores resuenen en el receptor de la obra de arte, dimensiona la profundidad de una variable que se encuentra completamente fuera de control para el ser que la engendra. Ventana indiscreta al siempre volcánico espíritu creativo, potenciando en éste, aquello que despierta una sensación estéticamente relevante. En última instancia, el peor defecto en incurrir suele ser la previsibilidad del anunciante y la pereza del receptor.

Apreciar la lectura de esta auténtica gema literaria nos ilustra sobre la relación de libertad que cada artista establece con su obra, interpretando los signos correctos, acaso desconfiando de falsos maestros. Rastreando la huella de una serie de hechos artísticos más imprescindibles que olvidados, la autora rescata la valía de aquellos seres creativos con el suficiente talento para sintetizar en la expresión estética su esencia, habiendo trascendido su vocación y las coordenadas históricas y geográficas en las que dichas expresiones tuvieron lugar. El artista modela, esculpe, la idea de tiempo y espacio. Se renueva y se recicla. El deseo de volverse atrapante y luminoso no persigue un afán mercantil, sino que opera dentro del terreno de su sensibilidad estética. Cada capítulo recopila un eslabón histórico que concibe su propia expresión como una forma de estar en el mundo. La satisfacción, simplemente, de producir arte debe ser suficiente estímulo.

Con un método didáctico, Arnold consigue captar nuestra atención y redireccionar la mirada: atrapa la esencia de la realidad que circunda cada expresión artística, en provechoso ejercicio creativo que genere otra mirada posible hacia nuestro entorno, a fin de visibilizar las sutilezas que pasan inadvertidas en lo cotidiano. La naturaleza del artista busca, inconscientemente, esa singularidad sobre la que profundiza Arnold, acerca de las relaciones que establecen «las cosas» que lo rodean y que son «aparentemente» disímiles entre sí. Y sin embargo, pudiendo establecer una noción como denominador común: crear es ir hacia lo ingobernable, animarse a descubrir nuevas realidades y trascender el paradigma establecido. Para el arte, las leyes de la naturaleza están al alcance de todo acto creativo; es su misión descubrirlas y allí radica la génesis de su existencia: activar esa percepción, puesta en práctica imprescindible para poder estar en el mundo. Presto a correrse de cualquier lugar posible de confort, “Entender el Arte” pretende descubrir un entramado mucho más complejo que todo aquello que la simple vista registra.

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