CRÍTICA DE LIBROS: DEREK JARMAN – CROMA. Por Maximiliano Curcio

Durante años, las películas de Derek Jarman circularon entre pocos enterados, los miembros de una fiel comunidad de afines. Queer antes de que queer fuera un rótulo de moda, su militancia contra la avanzada thatcherista y en favor de los derechos de la diversidad sexual, hacían de su cine un plato difícil de digerir para el gran público pero también para la crítica, muchas veces inmersa en prejuicios homofóbicos. Un año antes de su muerte, escribe «Croma». Entre las páginas de este original y ecléctico tratado sobre el color, que presta atención al fenómeno tanto en la más humilde de sus manifestaciones materiales, la obtención de pigmentos, como en las condiciones históricas de sus usos y sus diversas funciones en la historia del arte y las ideas, Jarman se despide de la biblioteca, de su jardín, del pasado, del sexo, de sus amigos, de la vida y también de ese color que ya apenas puede entrever. En un singular camino de elegía furiosa, propone a su lector una intimidad intensa y lacerante.

LA MIRADA IRIDISCENTE

La gloriosa visión creativa de Derek Jarman nos invita a embestir creativamente los procesos, debiendo saber que el arte está primorosamente atravesado por el factor lúdico. A lo largo de estas páginas, revisitaremos paisajes sombríos y auroras resplandecientes. De alquímico y traslúcido poder, una atenta lectura al imprescindible, meditativo, confesional y enciclopédico “Croma”, nos devela el rostro oculto tras la máscara de cada artista. Sabiendo que su oficio no persigue reglas, explorando libremente el lenguaje y sus perspectivas, este inclasificable cineasta encuentra en el arte una forma vital de manifestarse.

Para Jarman, su tratado de color se asume como un triste y acompasado réquiem, a través de cuyas páginas se devela al arte como un dispositivo en el cual todo ser creativo encuentra un instrumento para expresar su mirada del mundo. El impulso creativo se traduce en ese llamado inconsciente que cada artista recibe, algo semejante a una fuerza desconocida – fuera de todo parámetro y capacidad de control sobre ella- a la que se ha de obedecer, consecuentemente. Fiel a dicha condición irrenunciable que jamás restringe a su ser, la última obra maestra del director de “Eduardo II” no resignará la libertad y la virtud de fascinación sobre todo aquello que lo rodea.

¿De dónde proviene la inspiración? ¿Cómo se manifiesta? Para ciertos artistas, indica Jarman, una imagen aparece acompañada de un color. Es el comienzo de un diálogo amoroso: ellos se pronuncian y la imagen, mágicamente, responde. Esta correspondencia entre las partes nos habla, a las claras, de cierta forma libre y lúdica como abordaje estético: un acto que exige justa consecución. Abarcando un espectro cromático ostensible y de modo evocativo, este incomprendido escritor, escenógrafo y artista plástico, no vacila en afirmar que crear es, simplemente, una necesidad interior. La magia de su acto consiste en producir algo nuevo, inesperado, fortuito; peregrinando a través de los designios del inconsciente y hacia dónde este decida llevar al artista.

Ecléctico y multisensorial, “Croma” se cuela bajo nuestra piel, descubriendo sensaciones nuevas y nutriéndonos de la maravilla inherente a elementos cotidianos que solemos dejar pasar desapercibidos. Desde una perspectiva maravillada y con una mirada resplandeciente que jamás agota su cuota de fascinación, este cineasta de culto nos lega un testamento tan alquímico y metafísico. Abandonemos nuestra conciencia ordinaria para poder abrazarlo en su real magnitud.

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