RELATOS: Reunión de trabajo. POR MILAGROS ANTONELLA CORALLO

Todos tenemos gente viviendo al lado de nuestras casas, un contacto tan pero tan cercano que mata, a menos que vivas en un barrio privado, y claramente no es mi caso. Escuché que en barrios privados también pasan cosas; cosas diarias, ¿no? No pagan impuestos, olvidan a sus hijos en el colegio, resuelven situaciones amorosas a los golpes y asesinan a personas, una sección más del noticiero.

 —Veinte años viviendo acá José, ¿y nunca te quisiste mudar?

—No, me gusta este barrio, ya conozco a todos; cuando camino por la calle no hay ni uno, ¡ni uno! Que no se de vuelta para saludarme —presumo—. A esta altura, mi esposa ya debe estar en el estudio jurídico, abrí los chizitos.

Y así fue como empezamos; yo quería volarle la tapa de los sesos, lo corría con mis piernas musculosas, y el corría más, apretaba los deditos ya morados, lo miraba de reojo, mientras Rubén me distraía por atrás haciendo ruido.

—Dejá de comer —le pido mientras saco la ametralladora y la vuelvo a guardar porque recuerdo que malgasto seguido.

—¿Cómo te quedaste sin monedas? —pregunta Manuel, me quiere distraer.

—Porque las usé el otro día, para pasar de nivel.

Todos se rieron de mi confesión, y Manuel terminó metiéndome cinco tiros en la boca. El que dice que los videojuegos fomentan la agresividad es porque nunca se puso a jugar, o es un hipócrita. En fin, entre las risas de Rubén, el otro histérico que se la pasa diciéndome que ganó, y el petizo de Pablito que prácticamente no es participe de la conversación, instalamos un cartel gracioso en la puerta: «reunión de trabajo». Y así entre ruido y ruido, uno llamó poderosamente la atención, no era la risa mal nacida de Rubén, tampoco sus chizitos siendo devorados, era más bien un grito. Gritos hay muchos y todos saben a lo que me refiero, no me voy a poner a describirlos, este era un grito asfixiado, parecía haber estado vociferando por horas.

—Podría ser una cabra —me dice Manuel.

—Pero las cabras no gritan.

—¿Y qué hacen?

—¿Cómo voy a saber?, ¿me ves cara de veterinario? ¿No te enseñaron ciencias naturales? Las cabras balan, los pollitos pian y los leones rugen, ¿cómo una cabra va a gritar?

—Podría hacerlo, pero si te quedas acá temeroso, nunca lo vas a saber.

En una competencia personal por querer anular mi reciente perdida, nos propusimos ir a tocar el timbre.

—Un toque rápido y volvemos a casa, si nos abren y está todo bien regresamos para ver quién gana esta vez.

—¿Estamos en gimnasia?, ¡no me quiero ni mover del sillón!, ¡levántenme! —le sacamos los chizitos de las manos, porque a esa altura los tenía pegados y lo ayudamos.

Al rato estábamos ahí, puerta blanca, sin ningún adorno que pudiera quitar la tensión, el miedo trepando por la garganta, nos miramos, ¡sí que nos miramos! Pero ninguno se atrevió.

—¡Qué grite la condenada! —dijimos al unísono luego de escuchar nuevamente a la cabra.

Terminamos por concluir que la cabra gritaba porque estaba jugando videojuegos y había perdido, o algo parecido. Dormimos bien, sin culpas, sin remordimiento alguno, pero al ser la tres de la madrugada todos nos pusimos a contar cabras, y entre tantas cabras, se apareció la cabra vecina, interrumpiendo con nuestro insomnio, generando paranoia, desconsuelo. ¿Cómo demonios sabíamos que la cabra hipotética, que nunca vimos, podría ser la cabra de al lado? No tengo ni idea. No era una cabra chupa sangre, eso seguro, ¡era una cabra!

—¡Era una cabra macabra! —comenzó a cantar Roberto en medio de la noche, porque ninguno tuvo el valor de quitar el coche que habían estacionado en la puerta de la casa de la cabra, ¡eso por ser maleducados les pasa!

Y así; sin conciencia alguna comenzamos a tener la maldición esta, la maldición que no se quita, ¡exceso!, repetición de palabras, ahora no podemos contar nada, no podemos dormir, comer, trabajar ni vivir sin nombrar a la cabra. Puede que yo quisiera decirle feliz cumpleaños a alguien, sacar a un suicida de los carriles del tren, evitar un asesinato o simplemente contar una historia, ¡sea lo que sea! Siempre termino hablando de la cabra, ¿era una cabra? ¿O es lo que quisimos creer? Tomen esta narración con pinzas, la cabra vino y alteró mi juicio, ¡la cabra macabra! ¡Cabrita y más cabras! ¿Ya les conté la historia de la pobre cabra? Salió en los noticieros asesinada, porque unos cobardes no quisieron hacer nada. Y sí, la culpa a veces mata.

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