Una gota de sangre tiñó la superficie y dibujó una forma sinuosa en el lavamanos, con la mano derecha se frotó la barba, cambió la hoja de la máquina de afeitar, y volvió a observar su reflejo en el espejo, una luz incandescente entrando por la ventana dibujaba una figura que distorsionaba su rostro, corrió la cortina y así pudo continuar con aquella laboriosa tarea de rasurarse, se detalló, había cambiado poco, se podía decir que el tiempo no jugaba a detenerse en su rostro.
Siempre había aparentado menos edad, que la que tenía, corto los pelos de su nariz, y termino de recortar las patillas, se frotó loción y cuando hubo terminado se miró satisfecho, se comparó con la pequeña fotografía adosada en la pared, vanidosamente pensó que era un hombre muy atractivo, tenía un fisonomía europea, blanco, de ojos claros, cabellos castaño oscuro , nariz respingada, labios gruesos con una sensualidad que destacaba al sonreír, si ¡ era un hombre muy atractivo ¡.
Cuidaba de su cuerpo, en las mañanas al levantarse hacia ejercicios, luego corría cinco kilómetros, llegaba y tomaba un baño caliente con sales aromáticas, se acicalaba en aquel espejo antiguo de bronce con forma de diamante.
Después desayunaba frutas, y cereal, escogía la ropa cuidadosamente, era muy elegante y sobrio, combinaba los zapatos con los pantalones, la camisa con la corbata, si la ocasión lo ameritaba vestía su mejor traje , luego un perfume, salía y lo primero que hacía era inflar sus pulmones con una gran bocanada, como queriendo aspirar la vitalidad de la ciudad, compraba el periódico en el puesto de la esquina, luego se sentaba en alguna plaza, ,caminaba por algún centro comercial , o visitaba museos, a las doce buscaba un sitio donde almorzar, se tomaba un café ,y regresaba a su apartamento y dormitaba toda la tarde.
En las noches era distinto, tenía una lista lugares que frecuentaba, allí bailaba y tomaba uno que otro trago, su cuidado personal no le permitía excederse con la bebida, el cigarrillo lo había dejado hacía veinte años cuando decidió, consagrarse al culto de su cuerpo, nada de excesos,
Su noche terminaba relativamente tarde, a las doce, solía regresar solo o acompañado, era su rutina.
Las mujeres por lo general, sabían a la mañana siguiente, que el paso por su cama era efímero, alguna que otra regresaba, y luego su presencia se iba desvaneciendo, cuando comprendían que pertenecía a una rara especie,” un lobo estepario de Hermann Hesse,”
Como amante siempre se sintió satisfecho, sin embargo una pregunta le martillaba de vez en cuando en su cabeza, ¿porque ninguna de aquellas mujeres había logrado echar raíces en su vida, porque con ninguna se sentía cómodo? la que más había durado, era Viviana una bella española que conoció en un café.
Había vivido un mes con él, al principio la química fue intensa, era tierna apasionada, era una refinada chef, compartía con él la pasión por el arte , llegó a pensar que con ella terminarían su días solitarios, hasta que una mañana mientras él se afeitaba la vio sentada realizando la más común de las funciones humanas, desde aquel momento todo cambio, el aura con la que la había envuelto, se extinguió, empezó a verla tosca, masculina, hasta dejó de verla hermosa, todo en ella empezó a molestarle.
Un día en un ataque de ira, le soltó a raja tabla, los supuestos defectos vistos por él, y que ahora lo atormentaban y hacían la convivencia insoportable, las lágrimas derramadas empeoraron la situación, no había nada que lo molestara más que la falta de entereza de una mujer.
Después de aquello, trató de no involucrarse sentimentalmente, eran aves de paso, tomaba de ellas lo que quería y lo disfrutaba, y nada más, si alguna sexualmente lo atraía demasiado, marcaba territorio con dinero, era poseedor de una carga sexual muy fuerte, siempre fue así, su cama rara vez estaba fría, cuando caminaba por alguna plaza o sentado tomando un café, podía sentir la atracción que ejercía sobre las féminas, sabía que era un hombre bien parecido, sonrió ante aquel adjetivo, pero era la realidad.
De vez en cuando se reunía con sus viejos amigos de la infancia y la universidad, secretamente se regodeaba cuando alababan su buen estado físico, y como su andar causaba envidia ante aquel bastón que gritaba que su portador tenía una incapacidad al caminar.
Cada cierto tiempo renovaba su guardarropa, le gustaba estar a la moda, disfrutaba de la atención desplegada por las empleadas para complacerlo, y cuando alguna dejaba colar un papel con su número telefónico.
Nunca había pensado en hijos, esposas fastidiosas, familiares esperando su último suspiro para heredarlo, solo soportaba las esporádicas pláticas con sus amigos, porque al verlos llevando una vida mediocre, le refirmaban la idea que tenia de que su forma de vivir era perfecta.
Aquella noche regresó temprano eran las diez, un dolor de cabeza le repiqueteaba en las sienes, se tomó una pastilla y se acostó, aquella molestia tenía su origen en un suceso ocurrido días antes, una hermosa mujer se le insinuó y lo invitó explícitamente, al tenerla en su guarida de lobo solitario, no pudo responder, ante aquel ser que se engrandecía con cada prenda íntima quitada, fue tal el espectáculo de su belleza, que se sintió pequeño y así se quedó.
La mujer se despidió y antes de cerrar la puerta, le susurró con dejo de compasión- no te preocupes a cualquiera le pasa, – pensó, a cualquiera podía pasarle, a sus decrépitos amigos podía pasarle pero a él, ¡no¡ así se fue quedando dormido.
Amanecía y lo despertó un sonido, entre abrió los ojos lentamente, un punto de luz entrando por la ventana le hirió la retina, se levantó, sintió lo frio del piso, se dirigió al baño y lo escuchó más fuerte, recostó su rostro a la pared, era un golpe seco dado desde el otro lado, en su reloj eran las seis, al mirarse en el espejo, se vio diferente, las arrugas incipientes eran ahora más marcadas, no le gusto lo que vio.
En aquella mañana, con más determinación, corrió un kilómetro más, esmeró en su cuidado personal, de pasó por una farmacia compró unas vitaminas, en una venta de cosméticos, una crema para el rostro, luego le realizaron una limpieza facial, había decidido darle la lucha a cualquier cosa que lo deteriorara más. No podía dejarle todo al tiempo
Cuando regresó se sintió cansado, durmió toda la tarde, al levantarse reparó en el tiempo invertido en dormir, razonó, su mente, también debía ser ejercitada para mantenerse joven, mañana comenzaría unas clases de inglés, compraría una computadora, no solo era verse joven era sentirse joven.
Eran las seis de la mañana cuando escucho de nuevo aquel sonido rítmico y sincronizado, hoy investigaría quien desconsideradamente lo despertaba todos los días exactamente a la misma hora, se levantó y decidió salir a realizar lo pautado rutinariamente, se sintió cansado a pesar de haber dormido toda la noche, en la última caminata le costó terminar los kilómetros acostumbrados, durante el día olvido varias de las tareas pendientes, lo atribuyó a su propia exigencia .
Diariamente se miraba al espejo, para constatar que se veía igual, pero aquel día se vio demacrado, algo llamó su atención el espejo estaba desnivelado, lo colocó correctamente, tal vez fuera el tornillo que necesitaba ser ajustado, lo haría después, esperaba una visita, la cita era a las diez, como siempre todo fluyó como él esperaba, la mujer, antes de marcharse, lo miró y le pronunció con un dejó de fastidio – No me llames, yo te llamaré – no le dio importancia, mujeres solitarias había de sobra, buscando su compañía.
Una fiebre y un malestar matutino, lo mantuvieron en cama durante toda la semana, durante varios días evitó verse en el espejo solo le seguía molestando el sonido que lo despertaba a las seis de la mañana.
Decidió realizarse un chequeo médico, lo recibió una enfermera de rostro austero , le tomó la tensión, lo pasó a un ambiente higiénicamente blanco, un doctor serio, frio e impersonal lo atendió, no manifestó ninguna emoción, le entregó unas órdenes para realizarse unos exámenes, luego se marchó, después de habérsele tomado una muestra de sangre.
Al regresar tomó el metro, volvió a sentir un escalofrió recorriéndole la espalda, recostó la cabeza y sintió la vibración de la máquina , a su lado una mujer con un niño dormido en sus brazos lo observó como si pudiera ver a través de él, de pronto sintió como si le faltara el aire, las puertas abriéndose en las estaciones, despertaron al niño, quien abrió los ojos y lo miró acercó su carita a la de su madre y le susurro en el oído – mami es un abuelito-.
El malestar físico y las palabras oídas, le causaron unas ganas terribles de vomitar. Apenas franqueó la puerta de su apartamento, se dirigió al baño y vació todo el contenido estomacal, sintió de nuevo el sonido fuerte en la pared, esta vez la hacía vibrar, el espejo ahora se movía, el sopor de los jugos gástrico y el repiqueteo lo mantenían lejano, con las manos en las sienes, se incorporó y se acercó al espejo, observó su rostro, sus ojos, los parpados caídos y el contorno del rostro desdibujado, sus cabellos encanecidos y ralos, su piel mostraba un color amarillo verdoso.
Notó una pequeña mancha violácea en el ángulo de la mandíbula, examinó otras zonas de su rostro, espantado vio otras similares en su cuello, de pronto vio como el espejo caía, estallando, dejando miles de partículas plateadas disgregadas por el suelo, en la pared un ojo siniestro irradiaba la superficie, donde segundos antes estaba el tornillo, un trozo de cristal en forma triangular quedó a sus pies, allí pudo ver su reflejo distorsionado y una vocecita que repetía en ecos “mira mami es un abuelito.”