X-NO: «Eugenie» (1970, Jess Franco). Por MAXIMILIANO CURCIO

DEJARSE LLEVAR NO ES A MEDIAS

¿Podrían en la misma frase convivir las palabras perversión, sadomasoquismo y Christopher Lee? ¿Qué tal en el mismo set? La película aquí en cuestión se encuentra adaptada de una obra (en formato relato corto) autoría del siempre inquietante e impactante Marqués de Sade; aquella pluma maldita, emblema de culto y responsable de “Los 120 Días de Sodoma” (llevada al cine en 1975 por Pier Paolo Pasolini). El ofrecido es un viaje sin regreso hacia la más pecaminosa perversión; un viaje del cual el mismísimo y otrora Drácula no haya estado al tanto al momento de rodar.

«Eugenie» parte de la siguiente premisa: una muchacha se siente atraída por su padrastro, quien no duda un instante en arrastrarla hacia su mundo de perversión. La joven deja la timidez en un rincón y ensaya una media sonrisa. Entusiasta, se presta al juego y descubre -tan abrupta es su pérdida de la inocencia- la fuente inagotable de poder que proviene al placer de infligir dolor. Lo cierto es que a Franco lo obsesionaba el sexo. De toda clase. No es de extrañar, entonces, la sinergia perfecta que estableciera con un autor de escandalosa reputación como el Marqués. Cuerpos, muerte y violencia se mixturan en esta telaraña que emula una especie de giallo deformado. 

Jess Franco ganó prontamente reputación como un novel autor de películas softcore europeas hacia los años ’60. ¿Adivinan quién era su musa protagonista?  Lina Romay, su mismísima esposa. Aquí, corriendo los límites de lo que se entiende por buena moral, realiza una serie de interrogantes a nivel existencial y metafísico ¿Cuál es aquel propósito que el ser humano ha buscado a través de los tiempos? ¿Qué es aquello que otorga infinito sentido? ¿Cuán profundo se está dispuesto a llegar para hallar dicha respuesta? Sin embargo, en tiempos de lucha contra la violencia de género, el presente film se coloca a sí mismo en un incómodo lugar.

La desnudez está a la hora del día en «Eugenie», y Franco se ocupa (y se entretiene) capturando las bondades físicas de la sevillana Soledad Miranda desde cualquier ángulo posible. La deidad ibérica había pasado a ocupar el trono de actriz favorita del realizador, trabajando con con este en la ultra caliente “Sex Charade” (1970). Meses después del estreno del film, la bella intérprete fallecería, a la prematura edad de veintisiete años, en un accidente automovilístico.

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