LA PANTALLA SERIADA – 1ra entrega / ESPECIAL “¿¡SOY LO BASTANTE NEGRO!?”, UNA CUESTIÓN DE PIEL. Por MAXIMILIANO CURCIO

Los Estados Unidos de finales de los años ’50, inmersos en la lucha por los derechos civiles de la comunidad negra -perseguida, segregada y abusada por generaciones-, se encontraban transitando un panorama inestable e intolerante, propio de un país socialmente dividido. Este cambio de rumbo acompañó a las nuevas modas de Hollywood, produciendo un nuevo prototipo de cine, consecuentes con los personajes afroamericanos afines a la cultura popular. Durante la siguiente década, se radicalizaría la lucha contra la desigualdad social y la meca cinematográfica tomaría partida en esta situación política, en pos de fabricar un producto público con potencial concientizador, y así rendirle tributo a este fenómeno que reflejaba nuevas aperturas al clausurado paradigma. Es en estas coordenadas históricas, políticas, culturales y sociales, que se sitúa el flamante documental titulado “¿¡Soy lo bastante negro!?”

Este fenomenal estreno de la plataforma Netflix, dirigido por el crítico de cine Elvis Mitchell, lleva a cabo un recorrido al contracultural blaxplotaiton de los años ’60 y ’70, un movimiento de cine dirigido exclusivamente a una población negra hastiada del hegemónico molde WASP, dominante dentro y fuera de la gran pantalla, a la hora de vestir héroes y villanos a una sociedad acostumbrada a digerir una clase exclusiva de relato. Sin embargo, existe otra historia paralela que Norteamérica preferiría ignorar. Un nuevo tiempo florece y la pregunta es retórica: ¿Qué es ser lo suficientemente negro?

En necesario abordaje de investigación y recopilación, supera las dos horas y cuarto de duración; y aunque podría haberse pensado en los réditos de llevar a cabo un proyecto en formato seriado, el metraje no pesa en lo absoluto en detrimento de la atención generada. Conducido en relatos en off por el propio Mitchell, el dedo señala la verdad contada a medias. La mirada sesgada suele beneficiar los intereses de una industria hegemónica, preocupada por acallar toda voz que pudiera hacer temblar sus cimientos y buenos principios. El Black Pride sortea regímenes conservadores. Atravesamos los convulsos sesentas; el negro, esta vez, no refiere al género noir. Hastiado de verse postergado, segregado y despreciado, una fuerza poderosa emerge: power to the people. La revolución es una bola de fuego indetenible que explota en nuestras narices..

CUANDO LA HISTORIA SE ESCRIBE AL DORSO…

ANTECEDENTE #1, EL CASO DE HATTIE McDANIEL

Fue vocalista de una conocida Big Bang de música negra en los años ’40. Cantante de radio, también mostró su habilidad para componer canciones. El Oscar conseguido como actriz de reparto por su inolvidable participación en “Lo que el Viento se Llevó” (1939) nos habla, indudablemente, de su rasgo pionero: el icónico personaje de Mammy la situó como la primera afroamericana que pisara la alfombra roja de Hollywood. Sin embargo, en tiempos de férrea segregación racial, Hattie se vio limitada a roles que encasillaban en sus estructuras y patrones de conducta aquello que un intérprete de color debía limitarse a engendrar dentro de la gran pantalla. No obstante, brindó a cada uno de los films en que intervino su genuino talento, aspecto visible en logrados retratos como “Sueños de Juventud” (1935), “El Ángel Negro” (1938) y la serie de televisión “Beulah” (1950-1953).

ANTECEDENTE #2, EL CASO “GREEN BOOK”

En 1962, la nación se encuentra socialmente escindida. En medio de un panorama de profunda intolerancia y desigualdad racial, la raza negra vive subyugada por la marginación y la persecución constante. Victor Hugo Green fundó y publicó el “Libro Verde” para evitar tales problemáticas, compilando recursos «para dar al viajero negro un instrumento que eluda la vergüenza y haga su viaje más agradable» (Kathleen Franz (2011) en «African-Americans Take to the Open Road»). Originado y publicado por el afroamericano y cartero oriundo de la ciudad de Nueva York, la guía fue publicada de 1936 a 1966, durante la nefasta era de las leyes xenófobas de Jim Crow, tiempos de discriminación generalizada y, a menudo, legalmente prescrita contra los afroamericanos.  En tiempos donde la pobreza limitaba la propiedad de automóviles a ciudadanos negros, la emergente clase media afroamericana que se desplazaba en vehículos enfrentó una variedad de considerables peligros e inconvenientes a lo largo del camino, desde el rechazo de alojamiento hasta el arresto arbitrario. En respuesta, Green escribió su guía de servicios y lugares ‘permitidos’ para los afroamericanos, y finalmente amplió su cobertura desde el área de Nueva York a gran parte de América del Norte. En aquella época, los estadounidenses de color comenzaron a conducir sus propios móviles, en parte para evitar la segregación sufrida en el transporte público. Paralelamente, los afroamericanos empleados como atletas o artistas también viajaban con frecuencia por motivos laborales, enfrentando hostilidades de una precariedad retrógrada y sufriendo amenazas de violencia física y expulsión forzosa de «pueblos solo para blancos». Para comprobar semejante vejación, bastaría leer la novela “1.280 almas”, de Jim Thompson. En su comienzo, la misma hace mención a un cartel colgante ubicado en la entrada de un pequeño pueblo perdido en la inmensidad de la América Profunda. Dicho cartel rezaba que en aquel lugar (del cual no se menciona su nombre) viven esa exacta cantidad de personas, exceptuando los negros. Así de crudo.

ANTECEDENTE #3, EL FANTASMA DEL KKK Y EL AUGE DE LAS PANTERAS NEGRAS

A principios de los años setenta, una época de gran agitación social con la encarnizada lucha por los derechos civiles como elocuente telón de fondo, Ron Stallworth se convierte en el primer agente negro del departamento de policía de Colorado Springs. Pero es recibido con escepticismo y hostilidad por los mandos y algunos de los agentes. Sin amedrentarse, decide seguir adelante y hacer algo por su comunidad, llevando a cabo una misión muy peligrosa: infiltrarse en el KuKluxKlan y exponer sus turbios manejos ante el escrutinio público. La historia sería llevada a la gran pantalla en el año 2018, mediante la película “Infiltrado en el KKK”. Spike Lee ejercita un notable ejercicio de cine de género mainstream con abundante contenido político, que refleja en los ecos presentes las condenables prácticas de segregación y anulación racial provenientes de una época cercana, que destilaba odio e intolerancia. Una temática que es indisociable desde los comienzos mismos del séptimo arte: podemos mencionar icónicas producciones que, bajo su excelso manejo del lenguaje narrativo, incentivaron el racismo como «El Nacimiento de una Nación» (1915), a partir de una transposición de la novela “The Clansman”, de Thomas Dixon, utilizando actores blancos que simulaban ser negros pintándose de betún. Inconcebible.

El tristemente célebre Ku Klux Klan (KKK), fue una organización de extrema derecha, creada durante el siglo XIX, en tiempos posteriores a la Guerra de Secesión (1861-1865), y que promovía de modo temerario la supremacía de la raza blanca. Racistas, xenófobos, antisemitas y homofóbicos, estos condenables grupos recurrían a la intimidación y la persecución (como la quema de cruces y actos varios de terrorismo) como mecanismos violentos para la imposición de sus ideas. Lee adaptó a la gran pantalla el libro «Black Klansman», editado en 2014, con miras a reflexionar sobre dilemas raciales que no han cambiado en absoluto, en más de medio siglo desde el auge de las protestas civiles encabezadas por los líderes negros Malcolm X (cuya vida también llevara al celuloide, en 1992) y Martin Luther King. Lo valioso del film de radica en su carácter auténtico: nos alerta sobre un peligroso espejo de la realidad actual, desnudando la omnipresente farsa del poder bajo un crudo alegato que resuena en nuestros tiempos de manera suspicaz.

Dentro de este hervidero de intolerancia, inserto en la Estados Unidos post Richard Nixon, es como cobra preponderancia el rol político que cumplieron las ‘panteras negras’, desde fines de los años ’60. Las ‘Black Panthers’, formadas en California, ocuparon un fundamental rol en el movimiento por los derechos civiles. Oponiéndose a las luchas pacíficas de King y descreyendo de cualquier cambio proveniente de los derechos civiles ‘tradicionales’, optaron por una postura pública tan arriesgada como violenta. Sus dos fundadores fueron Huey Percy Newton y Bobby Seale (autor del libro «Power To The People. The World Of The Black»), predicantes de una guerra revolucionaria, dispuestos a tomar la voz de todos aquellos oprimidos, sea cual fuere el grupo minoritario al que perteneciesen.

ANTECEDENTE #4, EL CASO MUHAMMAD ALI

Construyendo un imaginario pedestal tallado en relucientes historias de sangre, sudor y lágrimas, en la cima inalcanzable, el pugilismo entronó a un jovencísimo Cassius Clay, (1942-2017, Kentuchy/USA), quien capturara la medalla de oro del peso semipesado en Roma en 1960, en auténtico show consagratorio. Con estética ofensiva, eficiencia defensiva y agilidad mental, Clay derribó a la gran estructura boxística soviética, rumbo a convertirse en una indetenible maquinaria mediática. El hecho ocurriría antes de arrojar el trofeo, según cuenta la leyenda, a lo profundo del río Hudson, en franca protesta por la estereotipada xenofobia que el nativo de Louisville sufriera en su patria. Una conducta que le valiera la reprimenda de sus furibundos detractores, pocos meses antes de ser inducido a los preceptos de la Nación del Islam, por el enérgico Malcolm X, emblema controvertido del black pride y proactivo accionador político que buscaba alzar la voz, en medio de un paradigma segregacionista, en franca oposición a la lucha de integración promovida por su coetáneo Martin Luther King. Como respuesta a los disturbios urbanos y las tensiones raciales vividas en los años ’60 en los Estados Unidos, el movimiento que revaloriza la cultura afroamericana cobró repercusión gracias a las valientes acciones civiles emprendidas por Ali. Activista clave en tiempos convulsos donde la raza era perseguida, diezmada y masacrada, la figura del boxeador se erigía como un ejemplo idóneo para sus generaciones contemporáneas.

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