Gran Acto: LA PEOR PERSONA DEL MUNDO O LA SONRISA QUE DESARMA, por Alexia Muiños Ruiz

Camino bajo la lluvia nocturna que me sorprende después de ver el quinto largometraje de ficción de Joachim Trier y pienso en las imágenes de un Oslo jovial, de interiores decorados con exquisitez de anuncio y amaneceres veraniegos. Reflexiono sobre las tribulaciones de la joven Julie, una mujer sana e inteligente que vive en uno de los países más desarrollados y bonitos del mundo y parece que le resulta imposible ser feliz, a pesar de su sonrisa, que desarma a cuantos la observan. Mientras evito los charcos, acabo pensando que la película que he disfrutado en el cine, es bastante tramposa.

La sinopsis del programa de mano es demoledora: «Julie va a cumplir los 30 y su vida es un desastre existencial – caray, ¿solo porque no se acaba de decidir por qué carrera apostar?-. Tardará poco en romper con su novio y embarcarse en otra relación con la esperanza de que su vida adquiera una nueva perspectiva pero tendrá que darse cuenta de que ya es tarde para ciertas opciones vitales». Sí, para ser gimnasta olímpica seguro. El ánimo en que nos predispone esta sinopsis no es culpa de la película, pero estoy algo hastiada de la sugerencia imperativa de que los 30 sean la frontera para decidir tu vida. 

El punto de partida es una suerte de comedia romántica que intenta reflexionar sobre el amor, el sentido de lo que hacemos y, metido con calzador en el tiempo de descuento, sobre el tiempo que limita nuestra vida. Bebe del cine norteamericano o películas como 500 days of Summer pero con un toque nórdico y sombrío. El film es una aparente crítica al infantilismo e indecisión de los millenials. Ojo, que el novio #2, dibujante de cómic no es que sea el paradigma del hombre centrado, simplemente le va muy bien en lo suyo. Quizás su seguridad y éxito profesional se sustenta en los privilegios que por su sexo y cuna ha disfrutado. Quizás también por el mismo privilegio Trier ha recibido aplausos y ¡DOS nominaciones! a los Óscar por mostrarnos su visión personal de una millenial que ha crecido con un padre ausente. 

Trier quería cerrar su Trilogía de Oslo con una película sobre el amor, algo más profunda que la mayoría. Mostrar sentimientos más ambiguos y las relaciones con sus meandros y complejidades. Resumiendo, acercarse a Bergman. Buenas intenciones pero al analizar las capas de la luminosa película, lo que trasluce es una especie de venganza (del director del film hacia el personaje), más que amor.

Parece una comedia romántica, aunque el único toque de comedia es el esbozo del personaje de Julie. Le falta (mucha) locura a Julie aunque vagamente se inspire en la Katharine Hepburn de innumerables comedias, en Annie Hall, Frances Ha o Fleabag, pero sin su descaro ni sufrimiento. Aunque pretenda ser más existencialista que romántica, tampoco resulta particularmente profunda en su retrato generacional. Una Renate Reinsve en estado de gracia da vida a Julie. Invitada de honor en la concurrida galería de jóvenes encantadoras, alocadas y desubicadas en el panorama cinematográfico actual. El carisma y atractivo que despliega Reinsve en el film, le granjearon el premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes 2021 y consiguieron para Trier una inexplicable nominación al mejor guión y a mejor película internacional en los Óscar, a pesar de la crueldad con que su personaje ha sido creado. Ella solita eleva a LA PEOR PERSONA DEL MUNDO al estatus de película oscarizable y de gran éxito europeo, con el premio del público en el Festival de Sevilla y Fipresci en Valladolid.

Julie, según nos la presentan en el prólogo, es una estudiante brillante que cambia de idea con extrema fluidez. Vaya que no se acaba de decidir por la medicina, la psicología, la fotografía, por un hombre u otro hasta que ve a Aksel, (Anders Danielsen, a quien conocimos en Oslo, 31 de agosto y en Bergman Island) que sustituye al novio #1.

Aksel es un exitoso creador de cómics y en un momento de pura ciencia ficción, le dice a Julie que como él tiene más de 40 y ella menos de 30, la diferencia de edad les impide tener una relación. Ella lo acepta con su sempiterna sonrisa indolente pero a los 10 segundos se da cuenta de que se ha enamorado del alien y comienzan su relación. Con The way you look tonight en la afinación única de Billie Holiday, el prólogo da paso a los 12 episodios en que arbitrariamente se divide la película.

Julie es tierna, es Bambi (en sus palabras textuales) y soñadora. Es divertida. Es la persona con la que queremos colarnos en una fiesta a pesar de que nos esconden mucha información de ella, de su trabajo alimenticio y sobre todo, de sus amigas que brillan por su ausencia. ¿Cómo es posible que una millenial tan divertida no tenga amistades a las que contar su andanzas? Pues porque no es una persona, es la proyección de la mirada del director. LA PEOR PERSONA DEL MUNDO no pasa el test de Bechdel-Wallace, probablemente porque Julie, aunque intenta ser un personaje poliédrico, fue creado por Joachim Trier junto a su colaborador habitual Eskil Vogt y ninguno cayó en la cuenta de que las mujeres suelen tener amigas, confidentes y personas en su círculo íntimo, además del amante de turno. En la película vemos una vez a su madre y su abuela pero su interacción con ellas no es mayor que la que tiene con las fotografías de sus antepasadas, todas madres prolíficas pero sin historias de amor memorables. Los guionistas crearon un personaje cuya vida se centra en sus relaciones amorosas. Eso sí, le otorgan un par de opiniones con un deje feminista de cuarta ola para conseguir la anhelada etiqueta «woke» que parece ser requisito para triunfar con l@s jóvenes. El momento womansplaining sobre la regla, que en realidad es un mansplaining, tiene su gracia, pero la película no sigue por la senda de la ironía. ¡Fleabag, cómo te echo de menos en esta fiesta! Me pregunto si LA PEOR PERSONA DEL MUNDO está dirigida a los millenials o más bien a la generación X a la que pertenece Trier. ¿Pretende que nos sintamos bien porque ya dejamos atrás esa fase de indecisión vital (!) o nos compadezcamos de la generación que nos relevará porque de tanto pasar pantalla no saben lo que quieren?.

Los cuernos, el bad timing y así se suceden los capítulos de la vida de Julie, con mención obligada a la disyuntiva de pareja: hijos sí, no o depende, y este tema ocupa gran parte del metraje, más bien por Aksel, no por Julie. Aburrida del éxito de la presentación del libro de Aksel, Julie hace mutis de la fiesta de su novio y se cuela en una boda donde conoce a Eivind, alguien con el que por fin puede ser ella misma. Esto es, hacer travesuras como olerse el sudor, mear por turnos en presencia del otro y aspirar el humo de otra boca. Flirtear con cierta intimidad pero sin llegar a la infidelidad porque no quieren hacer daño a sus respectivas parejas.

Hay dos momentos sensacionales en la película, que suceden en la errática segunda mitad. Uno es cuando Julie pulsa el interruptor de la luz y mágicamente todo Oslo queda congelado en el movimiento para que ella pueda atravesar la ciudad corriendo hasta llegar al café donde trabaja Eivind, su nuevo amor. El mundo se paraliza para que ella pueda continuar explorando la vida. La nueva pareja, pasea, habla y se besa incesantemente hasta el amanecer. Todo muy comprimido y musical, que no estamos en una película de Linklater.

Julie vuelve a casa, pulsa el interruptor para «descongelar» a su casi ex novio y corta con Aksel, que es incapaz de entender por qué ella quiere echar a perder esta relación tan especial que tienen. Aksel le tiene que explicar que él tiene más experiencia y que no hay muchas relaciones con una complicidad como la suya. Ella asiente – qué remedio. Es algo que nos transmiten por boca de Aksel, no es que hayamos notado esa complicidad y comunicación de la que él habla. Se supone que Julie tiene que creérselo porque le permite que le haga un cunnilingus de despedida y acaba diciendo que tal vez vuelvan a estar juntos. Suena poco creíble en ese momento, más bien parece una trampa del guion.

Ahora mismo, Julie solo piensa en ser feliz con Eivind, un camarero que le pone menos presión en centrarse en lo que quiera ser. Tal vez así sí lo consiga. Lo que sí logra es llevarnos de excursión lisérgica en el otro momento notable de la película. Sucede cuando Julie prueba unos hongos alucinógenos, en compañía del sencillo Eivind. Trier nos regala una digresión visualmente impactante (y eso que de «viajes» ya hemos visto bastantes) que acaba con un encuentro «alucinado» con el siempre ausente padre de Julie, para recordarnos que él tiene parte de la culpa de su complicada vida amorosa. El padre ausente tiene mucha más presencia fílmica y mental que la madre tolerante con los gustos y cambios de Julie.

Julie sugiere una complejidad que no estoy segura que tenga pero sí estoy segura de que este estilo de personaje, de relaciones y de película la he visto más veces. Lo que me sorprende y por ello me parece tramposo el film, es que el director abandone a Julie en cuanto Julie deja a Aksel y se va con Eivind. Suena a  venganza, ¿por una novia millenial tal vez? ¿Cómo va a ser Julie la protagonista de su vida si ni siquiera es la protagonista de su película?

Con una artimaña de telefilm, Trier la hace regresar a su ex novio, el dibujante de cómic, cuando parecía que Julie estaba cogiéndole gusto a su nueva vida. Me resulta un ejercicio un poco sádico hacia Julie. Hay cierta intención mortificarla o darle una lección y que entienda que hay que madurar cuando tu pareja 15 años mayor que tú te lo pide.  Entonces Julie temía no haber vivido lo suficiente antes de ser madre. ¿Vivir qué? le preguntaba Aksel desconcertado ante sus dudas e instándola a decidirse antes de que él comenzara otro libro al que dedicar todo su tiempo. Así debe ser la conciliación familiar en Plutón, tal vez.

Suena Augas de Março en la versión de Art Garfunkel y se restablece el buen ánimo para que el personal salga tarareando del cine. No hay nada que la bossanova no pueda arreglar, incluso cuando es en inglés.

Pero ¿por qué la peor persona del mundo?¿ Acaso no amoldarse a una vida convencional o no saber a los 30 años que quieres hacer de tu vida es ser la peor persona del mundo? Venga ya Trier que te estás ganando el von a pulso. Conozco a muchas «peores personas del mundo» como Julie. Tal vez todos lo seamos un poco. Sin ir más lejos, en esta película, hay un par de par de ellas que se merecen más este título.

No sé si ha sido la lluvia o el epílogo, pero mi primera impresión de LA PEOR PERSONA DEL MUNDO se ha enfriado en el camino a casa. Eso sí, sólo por el placer de contemplar a Renate Reinsve en acción, la volvería a ver. Y ojalá que en el segundo visionado espabile antes. Ha nacido una estrella.

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