ANÁLISIS DE DISCOS: «Dios los Cría» (2021), de Andrés Calamaro. Por MAXIMILIANO CURCIO

…Y ANDRÉS LOS JUNTA

Postergadísimo, luego de un par de años de silencio que hicieron pensar que este proyecto -francamente- naufragaría antes de tiempo, llega a las disquerías el nuevo trabajo de Andrés Calamaro, titulado “Dios los Cría”. Secreto a voces hace un tiempo prudencial, se trata de un disco de duetos y reversiones que ya anunciara el propio creador hace tres años, a la salida de su último disco de canciones nuevas a la fecha, “Cargar la Suerte” (2018). De allí hasta hoy, la concreción de este nuevo álbum se fue gestando a fuego lento, merced, entre otros motivos, a la abultada agenda artística del gran seleccionado de músicos que componen este variopinto repaso a parte de la profusa cosecha musical del inagotable Andrés.

La nueva revisión sobre su obra, reformula el canon de la canción popular de rock, en clave de jazz y bolero, acompañándose del fiel desempeño al piano y órgano de Germán Wiedemer, junto a la exquisitez para ejecutar el contrabajo de Antonio Miguel y la omnipresente percusión de Martín Bruhm. Si el viento los amontona, o Calamaro se calza las ropas de ese dios demiurgo o si se trata de un all star del cancionero latinoamericano, lo cierto es que esta interminable lista de amigos presentes bien podría conformar un Arca de Noé musical acaso el mundo naufragara sorteando las vicisitudes de la última de las pandemias, hasta la fecha. Así es que desfilan en el disco nombres propios como Julio Iglesias, Vicentico, Lila Downs, Manolo García, León Gieco, Vicente Amigo, Alejandro Sanz, Mon Laferte, Carlos Vives, Raphael, Milton Nascimiento, Juanes, Niño Josele, Saúl Hernández, Julieta Venegas, Fernando Cabrera, Sebastián Yatra, Leiva e Iván Ferreiro. Y, seguramente, quedaron fuera muchísimos más. Amantes de la trayectoria tan prolífica de A.C., nos preguntamos si habrá una segunda parte de este proyecto, y el sueño podría hacernos realidad la magia de escucharlo entonar sus canciones junto a Joaquín Sabina, Enrique Bunbury, Diego Cigala, Alex Lora, Litto Nebbia o Fito Páez.

No es nueva esta experiencia a dúo para Andrés, recordemos el álbum editado en 2001 y titulado “Duetos”. Tampoco la reversión de clásicos de su carrera al piano, como lo fuera el disco “Romaphonic Sessions: Grabaciones Encontradas Volumen 3” (2016). Tan presente tenemos aquella incursión acústica, que Andrés se tomó el trabajo de cambiar drásticamente el repertorio, echando mano a un puñado de canciones inoxidables. Sucede que la prolífica trayectoria musical de Calamaro atesora decenas de clásicos incombustibles al paso del tiempo, y acaso esta sucinta selección de quince de ellos nos permite bucear en sus pregones y encontrar miles de escenarios y latitudes diferentes. Desde la primera proyección notoria de su carrera solista post Abuelos “Nadie Sale Vivo de Aquí”, 1989) a las siguientes dos décadas de trayectoria musical ecléctica y vertiginosa. Desde su exilio español para la brillante etapa en Los Rodríguez (1991-1996), al fin de siglo pleno de éxitos que recupera aquellas primeras experiencias solistas a su regreso europeo (“Alta Suciedad” y “Honestidad Brutal”), camino a la madurez musical del cantante hacia su catártico fin de siècle.

El cuidadísimo arte de tapa, a cargo del habitué de Andrés, Álvaro Pérez Fajardo, desarrolla una maravillosa idea estética basada en fotografías de Romina Costigliolo y nos recuerda porque atesoramos discos como pequeñas grandes obras de arte. Y entregándonos a su escucha viajamos a lo profundo del corazón abierto del cantante, en un periplo que nos lleva, sin escala alguna, desde el ochentoso efecto suelo en “Pasemos a Otro Tema” (junto a la dulce voz de Julieta Venegas, quien recientemente venía de colaborar en un disco de reversiones para otro emblema de nuestro rock nacional, como David Lebón), al eterno y febril tango “Jugar con Fuego”, donde, preso de su encierro, desnuda el mejor color y calor vocal de Andrelo, reverenciando aquella histórica composición a dúo junto a Mariano Mores. El tracklist nos recordará, también, el acierto del intérprete para componer bandas sonoras (“Algún Lugar Encontraré”, perteneciente al film “Caballos Salvajes”, de Marcelo Piñeyro). Cierto es, será que las cosas no vuelven a ningún lugar. Luego, «Dios los Cría» nos llevará de paseo al lado b del maratónico “El Salmón” (2000), rescatando joyas ocultas casi nunca tocadas en vivo, como “Gaviotas” u “Horizontes”. Testamentos de tóxicas jornadas de días sin noches, de allí al eco de nuestros días confinados, al pedazo de cristal partido de aquel amor que creemos no sea posible poder olvidar, cuánto más si toman relevancias los versos del poeta que no supo renunciar, cuando vivir no es vivir sin libertad ni a quien querer.

El dueto junto a León Gieco emociona, y “Mi Bandera” se encumbra como una auténtica declaración de principios si seguimos el ejemplo contracorriente y escuchamos nuestro corazón, pertenecientes a uno de los álbumes más subestimados de Andrés, el imprescindible “El Palacio de las Flores” (2006). Por supuesto, habrá lugar para los clásicos infaltables de cada setlist de concierto (“Flaca”, “Tuyo Siempre”, “Estadio Azteca”), también una tríada Rodríguez para celebrar : “Para no Olvidar” nos trae recuerdos mojados de una tarde de lluvia, mientras a las puertas de “En un Hotel de Mil Estrellas” alguien patea el tablero soñando con mil recuerdos de única compañía y en “Engánchate Conmigo” el incorregible Andrés sufre su enésima pena de amor solo hasta lograr acabar consigo.

Un artista que revisa su espesa obra no deja de anclar su mirada en el tiempo presente, y allí es cuando dos gemas de “Bohemio” (2013) atrapan nuestro corazón: la canción que da título al disco, en antológico dueto con Julio Iglesias y la arrebatadora “Tantas Veces”, son perlas para escuchar sabiendo sufrir, después de haber amado y partido, tal y como nos dilucida la pluma de Andrelo, auténtico bohemio que roba palabras a una ausencia para tratar de seguir. Por supuesto, no habrá final sin “Paloma”, himno inmortal de nuestra fémina predilecta e hija de un tiempo, coda emotiva sin paracaídas en un vuelo de dos a cuatro voces, irremplazable clausura del disco que erizará nuestra piel por siempre. Metódico cantante que cuida su voz como el mejor crooner dylanesco, artista renovado desde aquel multitudinario regreso en 2005, Calamaro conserva picardía, frescura e inspiración.

Su música es idioma, es canción latente, es verso de síndromes urgentes, de folklore, de camisetas para todos, de letras con sentido y sensibilidad, de un pasado vivido al límite. Poniendo en marcha la maquinaria de hacer hits y rimas imposibles que navegan mar adentro, Andrés fue dando forma a un compositor y performer sólido que, de treinta años a esta parte, sorprende con cada nueva aventura discográfica. Sin embargo, encuentra en la presente mirada retrospectiva el respeto y la nostalgia por una obra que atravesó años de incontinencia creativa, grabaciones intensas, vigilia nocturna y excesos por doquier; aquellos eslabones que construyeron su propio mito e historia. El legado del Salmón nos trae a la memoria canciones que hablan de canciones, de mujeres perdidas y de aquel rock perdido, de Palomas, Valentinas y Lorenas, de crímenes perfectos y rancheras fatales, del viento en las velas y el más que nunca vigente nunca miento siempre digo la verdad, de la sangre en la arena si el tiempo y la distancia ya no existen, del camino del vicio y un horizonte para mirar y olvidar, para no olvidar aquellas cosas que abandonamos para siempre…solo que al final nos pedirá perdón y asentiremos, mil veces más.

Puede hoy el artista ofrecernos orgulloso su flamante compilación, sin la necesidad de anclarse en la zona de confort anquilosante que retiene el músculo creativo negando la necesidad de acción de otrora grandes estrellas bajo la fórmula del greatest hits. Por el contrario, puede sentir el propio pulso de su historia tan viva y coleccionar hitos que millones de salmones cantan de memoria, aquí reversionados en la cadencia rítmica que exige la atenta y sutil escucha. Porque hace décadas que sigue siendo un número puesto. Un auténtico ave fénix, quien con paciencia y a lo largo de interminables horas que no son horas sin dormir, fue cimentando la búsqueda de la canción perfecta, haciéndose indestructible al paso de los años y las modas. Gracias Andrés, por cumplir tu onceavo mandamiento.

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