EL BUSCÓN: Sófocles: ¿el verdadero creador del relato detectivesco?. Por Isaac Morales Vargas

Actualmente, el relato policíaco es una forma narrativa muy presente en la cultura popular. El cuento, la novela, la televisión, el cine y los videojuegos abrevan continuamente de ese manantial inagotable creado por Edgar Allan Poe (1809-1849) en 1841 con la publicación de Los crímenes de la calle Morgue, y prolongado luego con El misterio de Marie Rogêt (1843) y La carta robada (1845), del mismo autor. Personajes tan memorables como Sherlock Holmes y el doctor Watson, obras tan leídas mundialmente como las mejores novelas de Agatha Christie (1890-1976), o incluso piezas magistrales de la literatura como El jardín de senderos que se bifurcan o La muerte y la brújula, de Jorge Luis Borges, tienen su origen indiscutible en la obra del maestro de Boston. Sin embargo, hay quienes atribuyen el origen del género a fuentes muy anteriores al siglo XIX. Gabriel García Márquez expresó en muchas ocasiones su admiración por Sófocles, y en particular por la tragedia Edipo Rey, pues, según afirmaba, nada puede ser más sorprendente en la investigación de un crimen que el hecho de que el asesino es el propio detective. En estas líneas, analizaremos la posibilidad de que la máxima obra del trágico griego sea, en efecto, la fundadora del relato detectivesco.

            Recordemos el argumento de Edipo Rey: Layo, rey de Tebas, consulta el oráculo de Delfos, quien le vaticina una terrible desgracia causada por su hijo. Para evitar tal destino, Layo deja al bebé en manos de un esclavo que le dé muerte, pero este, apiadándose de la criatura, le deja con vida. Pronto, el niño va a parar al reino de Corinto, donde recibe el nombre de Edipo y crece como el futuro rey de la ciudad, hasta enterarse de su carácter de hijo adoptivo. Inquieto, consulta el oráculo de Delfos y este le revela que, inexorablemente, terminará asesinando a su padre y casándose con su madre. Confundido y angustiado, Edipo abandona Corinto y regresa a Tebas. En el camino, cree ser asaltado por unos malhechores y mata, sin saberlo, a Layo. Poco después enfrenta y destruye a la esfinge que asola la ciudad, salvándola de la desgracia y recibiendo como premio a Yocasta por esposa. Tiempo después, una peste cae sobre la población. La causa del mal es que el asesino de Layo está en la ciudad. La única manera de calmar la ira de la divinidad es desterrando o matando al criminal. Tras una emocionante investigación, Edipo conoce la verdad. Finalmente, Yocasta se quita la vida, Edipo se saca los ojos y marcha fuera de la ciudad, al destierro.

            Como habrá notado el lector, la tragedia en cuestión posee los cinco elementos indispensables de toda narración detectivesca, a saber: un crimen enigmático, un asesino misterioso, una víctima, un detective y una investigación. Además, el relato empieza, en cierto modo, por el final, cuando ya se ha consumado el homicidio. Las diversas interrogantes que suscita la pesquisa investigativa se van satisfaciendo mientras avanza la obra, hasta que todo es finalmente aclarado. Este esquema compositivo es exactamente el que sustenta a todo el género policial. No obstante, lo más admirable en Sófocles, aparte de la perfección técnica, es su extraordinaria capacidad para conducir al espectador/lector, durante toda la obra, en un permanente estado de perplejidad hasta el sorpresivo final. Quien desconoce la historia por completo y se enfrenta a ella por primera vez, difícilmente podrá identificar al asesino hasta que el propio Edipo lo hace.

En literatura, y tal vez en las artes en general, el creador de una forma no es forzosamente quien la ejecuta primero, sino el que la lleva a la perfección; el verso blanco de la literatura isabelina parece creado por Shakespeare y no por Marlowe; la novela europea anterior al Quijote no es más que un conjunto de borradores del Quijote; los primeros poetas que emplearon el verso libre apenas son hoy vagas sombras de Walt Whitman. Así pues, Sófocles y Edgar Allan Poe podrían disputarse justamente la paternidad del género policíaco, pero esa sería una disputa —por fortuna para todos nosotros—, irresoluble.

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